Invertir en el desarrollo sostenible
La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, que se celebra durante estos días en Johanesburgo, es una oportunidad para avanzar hacia un desarrollo que permita a las personas satisfacer sus necesidades presentes y futuras sin dañar el medio ambiente.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) presenta allí una propuesta que refleja el pensamiento de los Gobiernos de la región sobre cómo encarar los retos pendientes y explorar nuevas formas de cooperación para acelerar la transición hacia un desarrollo sostenible.
En dicha propuesta concluimos que no se ha avanzado lo suficiente en el logro de las metas financieras establecidas por la comunidad internacional para lograr el desarrollo sostenible. Se considera, además, que una acción regional más coordinada dará mayores frutos y permitirá también lograr una inserción comercial más sostenible.
A nuestro juicio, el financiamiento del desarrollo debe ser objeto de un análisis profundo que no se limite al aspecto cuantitativo sino que abarque también sus fines.
La Cumbre de la Tierra fue un hito en la búsqueda de bienestar económico, social y ambiental, la primera de una serie de conferencias mundiales que se enmarcaron en el nuevo proceso de globalización.
Este ciclo culminó con la Cumbre del Milenio, en la que 191 países adoptaron la Declaración del Milenio, con metas específicas en cuanto a desarrollo humano y erradicación de la pobreza para el año 2015.
Apartir de esa cumbre, tres eventos centrados en metas cuantitativas y en mecanismos para instrumentarlas perfilaron la agenda de desarrollo: la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (Monterrey), por un lado; la Cuarta Conferencia Mundial de la Organización Mundial del Comercio (Doha), por otro, y ahora la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible que se celebra en Suráfrica.
En dos documentos, que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe presenta en Johanesburgo, se concluye que existe un consenso amplio para integrar la dimensión ambiental en las políticas, prioridades y actividades de los sectores económicos para lograr el desarrollo sostenible.
Estos estudios detectan seis tendencias en el financiamiento del desarrollo sostenible desde el año 1992:
La solución del problema de la deuda externa es un componente esencial para el logro de un entorno que facilite el desarrollo sostenible. Durante la década de los noventa, el saldo de la deuda de la región de América Latina y el Caribe fue en constante aumento: partió en menos de 500.000 millones de dólares y, al término del decenio, había superado los 800.000 millones de dólares.
Los flujos de asistencia oficial para el desarrollo disminuyeron y en estos momentos representan menos de la tercera parte de los compromisos asumidos en la Cumbre de la Tierra.
Los flujos financieros internacionales de carácter privado registraron un notable incremento. Pero estos flujos presentan dos características que resultan preocupantes: su volatilidad y una alta concentración en países desarrollados y en unas pocas economías emergentes, lo que margina a los países más pobres.
Se incrementaron los aportes financieros de organismos internacionales, consistentes en donaciones y también en préstamos destinados a la adopción de medidas ambientales. Cada vez más, se aplican criterios ambientales en la evaluación de los proyectos de las instituciones bancarias multilaterales.
Comenzaron a operar fondos multilaterales internacionales de carácter concesional, pero sus recursos son limitados.
Las políticas de financiamiento interno del desarrollo sostenible han evolucionado también con mucha lentitud.
Por último, consideramos que una manera de ampliar la inversión en este campo es mediante acuerdos entre el sector público y el privado para innovar los mecanismos y crear nuevos mercados.