El verde se hace oro
Hace 10 años, cuando en España tronaban los tambores de los movimientos ecologistas europeos, Juan Jesús Alegría decidió que era una pena destinar a chatarra los vehículos viejos de transporte escolar de la empresa familiar, Autobuses Alegría. La Ley de Ordenación del Transporte impedía, desde 1987, la circulación de vehículos escolares de más de 18 años. Así que al gerente de Autobuses Alegría se le ocurrió reconvertirlos en aulas móviles para realizar campañas divulgativas de interés social y medioambiental, apoyadas en tecnología multimedia.
Bajo el impulso de sus convicciones ecologistas y con el respaldo económico de su padre, Juan Jesús Alegría fundó aquel año de 1992 Alegría Activity en su ciudad natal, Vitoria. Alegría recuerda los difíciles comienzos: 'Durante tres años no vendimos nada. Mi padre decía que estaba loco... Hasta que la Comunidad de Madrid compró el primer autobús para una campaña medioambiental patrocinada por el Canal de Isabel II'.
En cambio, ahora está tranquilo acerca de la marcha de la nueva empresa: 'El margen bruto de beneficio sobre la facturación (3,9 millones de euros en 2001) se sitúa entre el 7% y el 8%. Pero el beneficio, hoy por hoy, no me importa. Mi objetivo es consolidar la facturación'. De hecho, este año prevén alcanzar seis millones de euros gracias a su expansión exterior. La empresa se echó a rodar el año pasado por el extranjero y ha conseguido que organismos públicos y empresas de Italia, Portugal y Reino Unido contraten sus servicios, por importe de 2,9 millones de euros.
La historia de Alegría Activity ilustra hasta qué punto han arraigado los principios del reciclaje en la actividad industrial, dado que los legisladores europeos pretenden elevar las tarifas de los vertederos a niveles prohibitivos. Nada más lejos del ánimo del actual Gobierno español que nutrir al fisco con impuestos sobre el vertido, pero tampoco lo descarta, con tal de conducir a las empresas por el buen camino.
La prolija normativa europea de contenido medioambiental en los últimos años pretende incentivar el ingenio de las empresas para que mejoren sus procesos desde el punto de vista ambiental.
Azuzadas por la vara de las sanciones administrativas y las amenazas de retirada de su licencia, la industria investiga e incorpora soluciones tecnológicas para cada problema. Su objetivo es conseguir minimizar la incidencia de la gestión de los residuos en sus costes fijos de producción. De ahí que la Comisión Europea afirme que la implantación paulatina de los principios del desarrollo sostenible que se observa en las empresas se debe entender como una auténtica revolución industrial. Y sería la cuarta.
Sobrados son los motivos que justifican esta revolución, aunque no sea espontánea. Por citar uno de los más recientes, y según un estudio de Redefining Progress, una organización no gubernamental conservacionista de California, la demanda de recursos naturales se ha disparado en los últimos 40 años hasta el punto de que la Tierra necesitaría 1,2 años para regenerar lo que se explota cada año. La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos lo ha publicado.
Como se trata de una revolución dirigida, el desarrollo del negocio del reciclaje sigue dependiendo de los avances en la recuperación de materias primas básicas, desde las consabidas (papel, cartón, plástico, vidrio y metales) a las más novedosas, como el caucho de los neumáticos, el hormigón de las carreteras, los ladrillos y otros materiales cerámicos de los edificios o los lodos de las depuradoras de agua.
El reconocimiento de la importancia del tratamiento de la basura se plasma en estas palabras de Alfonso Maíllo, director técnico de Urbaser, filial de Dragados Servicios: 'Algo hemos avanzado, porque cuando empezamos (1984) nos llamaban basureros y hoy somos gestores de residuos urbanos'. Maíllo calcula el valor actual del mercado de la gestión de la basura en Europa en más de 30.000 millones de euros.
Hacia el vertido cero
La Agencia Europea para el Medio Ambiente tiene a la colosal generación de residuos por el problema ambiental más acuciante, porque supone un desperdicio de materia prima y de energía. En España, todos los residuos, incluidas las emisiones gaseosas, suponen 600 millones de toneladas al año.
El punto final para la pésima gestión tradicional de los residuos sólidos urbanos en España, basada en su simple depósito en los vertederos, se marcó en 2001. En junio entró en vigor un sistema que obliga al tratamiento previo de todos los materiales antes de su vertido. æpermil;ste se establece en un Plan Nacional de Residuos a cinco años.
El plan se ha reforzado el pasado 31 de enero, con la promulgación de un real decreto que pretende, para 2006, acabar con los 3.500 vertederos ilegales que se han detectado, cerrar algunos de los controlados (130) y modernizar el resto. El objetivo: reducir a un 10% los 40 kilogramos de residuos sólidos urbanos que produce hoy cada español. Es un peso muy superior al de la bolsa de basura orgánica, que se sitúa en 1,3 kilos. Aun así, las 32 plantas de compostaje de los desechos orgánicos que hay en España parecen muy escasas.
Nuestro referente de vertedero moderno es, curiosamente, el de Bens. Ha sido preciso que se derrumbara en 1996 y provocara un verdadero desastre ecológico en el mar para que el Ayuntamiento de A Coruña se decidiera a sellarlo. Hoy, los acantilados del vertedero son un parque, en una de cuyas laderas ha empezado a dar servicio una planta de tratamiento para la basura orgánica e inorgánica, en la que se han invertido 46,9 millones de euros. Esta actuación pública ha merecido el premio Nations y Bloom, con el que Naciones Unidas distingue cada año la mejor gestión ambiental urbana.
æpermil;stos y otros movimientos legislativos ocupan y preocupan especialmente a las industrias relacionadas con la construcción, la automoción y la electrónica de consumo, porque se tienen que hacer cargo de reciclar los productos al término de su vida útil, cuando una obra se declara para su derribo y el consumidor desecha su vehículo o, simplemente, el televisor, frigorífico, ordenador o teléfono móvil.
Algunas empresas deciden convertir sus problemas en una oportunidad de negocio e invierten directamente en proyectos para gestionar sus residuos. Son aún contadas. La multinacional japonesa Toshiba, por ejemplo, ha instalado una planta en Francia para reciclar sus equipos en Europa.
Pero la mayoría de los grandes fabricantes de electrodomésticos y equipos electrónicos o de telefonía que quieren adelantarse a la directiva europea que se les viene encima contratan a terceras empresas para este trabajo. El sector afronta dos complicaciones: debe reciclar productos con componentes muy diversos, algunos de ellos peligrosos, y, además, no está claro quién se hará cargo de las marcas huérfanas en el mercado, cuyo fabricante o importador ha desaparecido. Han calculado que la directiva les pasará una factura anual de 7.500 millones de euros, aunque el Ejecutivo comunitario la reduce a 1.000 millones.
La empresa pública valenciana Vaersa, que gestiona vertederos, plantas de tratamiento de residuos y uno de los tres centros que hay en España para descontaminar las pilas botón, ha diseñado una factoría con capacidad para desmontar 30.000 ordenadores al año. Su director general, José Pérez Lillo, asegura que han comprobado que el 99% de las piezas se pueden reciclar, pero que el negocio 'no es rentable económicamente' en el caso de los ordenadores, porque son muchos los materiales de escaso valor que hay que separar. Sin embargo, si se aprueba la directiva, piensan construir esta planta para tratar también otros aparatos electrónicos y pequeños electrodomésticos
En la construcción, el principal problema es que, tras el derribo de un edificio, sólo un 20% de los escombros se recuperan limpios. Son, fundamentalmente, los cerámicos.
Mucho más prometedor parece, desde el punto de vista económico, la extracción del hormigón de las carreteras viejas, que se puede aprovechar hasta en un 70% transformado en árido, para utilizarlo en los materiales de relleno de las nuevas obras. Así lo ha hecho Dragados en la renovación del pavimento del aeropuerto madrileño de Barajas, mediante máquinas de reciclaje móviles. Esta solución tecnológica podría evitar el transporte del material a las plantas de tratamiento, cuya viabilidad dependerá del precio del árido natural. Actualmente, la tonelada se vende barata, a unos seis euros, pero la tendencia es a gravar su extracción.
Chatarreros universitarios
El automóvil es una industria de lujo, incluso cuando ya no sirve para circular. La directiva de vehículos fuera de uso obliga a los fabricantes a responsabilizarse del 85% del peso del coche para 2006. La Comisión Europea pretende que las autoridades ejerzan un mayor control sobre los desguaces y, para ello, modificó el pasado 22 de enero el Catálogo Europeo de Residuos. De la noche a la mañana, todo el vehículo, hasta la carrocería, es un residuo peligroso.
El empresario del desguace tendrá que conseguir la licencia especial de centro de descontaminación. Esto exige contratar una póliza de responsabilidad civil y, lo que parece más difícil para muchos, que el empresario sea un titulado universitario. Se calcula que en España hay unos 3.500 desguaces, de los que, en el mejor de los casos, quedarán 1.590.
Pero a la vez que ocurre esto, surgen iniciativas empresariales basadas en nuevas tecnologías. Así, los neumáticos son un material preciado para la compañía zamorana Asfaltomeros, que asegura que es rentable utilizar la miga de goma para asfaltar pavimentos. Actualmente sólo se recicla el 1% de los neumáticos, pero, a partir de 2003, está previsto penalizar su vertido con tasas y cánones especiales.
El cumplimiento de la normativa obliga a éstos y otros ingenios. Pero hay gestores especializados, como Urbaser, que afirman que sólo se conseguirá reducir el vertido un 10% si se construyen más incineradoras. Hay 10 comunidades autónomas españolas que no tienen ninguna instalación. Es previsible que se acometan importantes inversiones en este campo, porque la Unión Europea ha otorgado de plazo hasta 2006 para solicitar las ayudas para remodelar los vertederos.