Greenspan decide esperar
Alan Greenspan dejó ayer los tipos de referencia en el 1,75%. Sin embargo, al mismo tiempo, alertó sobre el riesgo de una mayor debilidad de la economía estadounidense, recuperando así el sesgo bajista en la política monetaria. Se trata de un mensaje inédito desde marzo y un aviso de que está dispuesto a relajar más la política monetaria si es preciso. Si decide aplicar el factor sorpresa, algo que ya hizo en alguna ocasión, puede actuar sin esperar a la próxima reunión de la Reserva Federal, convocada para el 24 de septiembre. Si se confirma que el desplome de las Bolsas está atosigando a una economía que se debilita, el recorte estará cantado.
La pérdida de confianza de los consumidores y la caída de las Bolsas responden en gran parte a los numerosos casos de contabilidad fraudulenta en grandes empresas. Algo que, según la Reserva Federal, está prolongando la debilidad de la demanda. Hoy finaliza el plazo para que la mayoría de la 947 compañías obligadas a hacerlo presenten la declaración jurada sobre la veracidad de sus cuentas y no se descartan más sorpresas. Sin embargo, la política monetaria no puede hacer mucho al respecto y una concesión a Wall Street y a las fuertes presiones de los bancos de inversión para bajar los tipos podría ser interpretada como que las cosas están peor de lo que sabemos. Morgan Stanley acaba de rebajar su previsión de crecimiento de EE UU para este año del 2,9% al 2,3%.
La economía de EE UU no ha reaccionado como se esperaba a los 11 recortes de tipos de 2001 y sigue aquejada de desequilibrios, con alto endeudamiento de familias y empresas -gracias en parte a los tipos bajos- y elevado déficit comercial y por cuenta corriente. Hace pocas semanas los analistas creían que Greenspan debía pensar en subir los tipos y el problema era que los beneficios empresariales tardaban en responder. Ahora, los datos, que sugerían una recuperación, han perdido fuerza repentinamente.
Con los tipos en un exiguo 1,75%, es lógico que Greenspan no quiera cometer el mismo error que el Banco Central de Japón, que los bajó casi a cero y se encontró la recámara vacía cuando necesitó volver a actuar. Tradicionalmente, los momentos bursátiles más turbulentos se dan en septiembre y octubre y, en Europa, las expectativas conocidas ayer sobre la economía alemana son las peores en dos años. No es cuestión de afrontar tal escenario sin capacidad de reacción.