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Columna
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Más vale tarde que nunca

Hace un mes me permití escribir en mi habitual colaboración con este periódico un artículo titulado: ¿No es demasiado tarde?, donde pretendía abordar la nueva filosofía y el nuevo método del Fondo Monetario Internacional para abordar las crisis financieras. Me referí in extenso al caso argentino y a su casi seguro desbordamiento al resto de países latinoamericanos, especialmente al gran riesgo de contaminación que representaba Brasil. Me inquietaba la aparente satisfacción de las autoridades del Fondo y de la Reserva Federal de haber evitado el contagio argentino al resto de los países latinoamericanos. Me pregunté entonces si este optimismo absurdo no nos produciría una cascada de crisis que empezaría por los vecinos pequeños de Argentina, Uruguay y Paraguay, y de aquí saltaría al Brasil preelectoral y de difícil gobierno.

Ahora confirmados mis temores considero que más vale que se produzcan rápidos acuerdos y se preparen los necesarios rescates financieros o de lo contrario nos podemos encontrar a la vuelta del verano con una situación ya incontrolable. Sinceramente creo que se ha cruzado la frontera de la alerta roja y la situación ya no está para que se organicen grupos de sabios para que emitan sus opiniones, por otro lado muy sensatas, sobre qué hay que hacer en el caso argentino. Tampoco está el patio para que O'Neill, el secretario del Tesoro norteamericano, se permita dudas e interrogantes sobre la imprevisibilidad de un Brasil gobernado por Lula. Ahora cualquier comentario mal percibido por los mercados te tumba el sistema financiero como parece le está ocurriendo al gigante brasileño.

El contagio ya es una evidencia en los vecinos más vulnerables. Paraguay se encuentra en una crisis política y económica que, aunque es ya crónica, puede ir a peor. Uruguay ha tenido que tomar medidas financieras extremas para intentar frenar el vaciamiento de sus depósitos. El gran vecino, Brasil, está perdiendo la confianza internacional y sus niveles de riesgo-país aumentan a un ritmo muy preocupante ligado al hecho de que aparentemente un triunfo de Lula no sería del agrado de la Reserva Federal, es decir, de los EE UU, según el señor O'Neill. Los que están mejor, los chilenos se están tentando la ropa y, más al norte, nuestros amigos mexicanos se hacen cruces para que el crecimiento del mercado norteamericano no se contraiga. Según la nueva filosofía del Fondo, si estas cosas te ocurren es porque no has hecho bien los deberes, no has tomado las medidas adecuadas y en estas condiciones establecer un rescate financiero sin que previamente hayas resuelto tus problemas domésticos es tirar el dinero o, como dijo O'Neill, una invitación para que políticos desalmados terminen robándolo. Este diagnóstico, tenemos que aceptarlo, tiene una parte de verdad en muchos países de América Latina y se podía comprender las iniciales reticencias de las autoridades del Fondo a aportar liquidez a aquellos países en crisis. La dureza negociadora con Argentina incluso se podía entender como una lección y un mensaje para todo el mundo: ya no se presta dinero a cualquiera.

El problema ahora es que el carácter ejemplificador que tenía esta nueva filosofía para Argentina no ha rendido los frutos esperados y, además, el contagio que con tanta vehemencia se negó es hoy día algo más que una hipótesis de trabajo no deseada. Es una realidad con la que conviene enfrentarse con urgencia. Además, el dato político que pueden representar las elecciones en Brasil y la aparente posición norteamericana de esperar a conocer quién será el nuevo presidente brasileño y conocer en profundidad sus intenciones, especialmente si el ganador es Lula, nos lleva a un segundo semestre donde es más que probable que las elecciones parciales en los EE UU de noviembre paralicen las decisiones que con tanta urgencia se necesitan.

La toma de decisiones se complicaría si aparece la variable de un ataque, aunque sea selectivo, a Irak unido a la cada vez más dramática situación en el conflicto palestino-israelí. Demasiados problemas en la agenda internacional como para tener tiempo de reflexionar sobre los problemas del presente.

Por eso estamos en el momento del más vale tarde que nunca, porque, si la crisis va a más y termina contagiando definitivamente a Brasil y da el salto a México, aquí en el Reino de España nuestros grandes operadores financieros y nuestras mayores empresas las van a pasar canutas, que diría un castizo.

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