Diálogos con la nevera
Es una mañana cualquiera de un día cualquiera en un futuro no muy lejano. El despertador activa la alarma y en la radio suena la nueva canción del verano. Natalia, todavía medio dormida, aguza el oído. '¿Dónde habré puesto el móvil?', se pregunta. No muy lejos, nunca lo está. En pocos segundos escribe y envía un mensaje de texto: '¿Cuál es la canción que está sonando?'. La respuesta es inmediata: 'Viva el sol y la arena, de Mano Esquilache, y está en el disco Llegan las vacaciones. El precio es de 18,03 euros, ¿quiere comprarlo?'. Natalia se lo piensa, '18 euros, ¿y si no me gusta el resto de las canciones'. 'No', responde al mensaje, 'prefiero que me grabe sólo esta canción en mi disco personal. ¿Cuánto espacio me queda?'. Las ondas no tardan en hacer llegar la contestación: 'Con esta canción, queda espacio libre para otras dos. ¿Dónde quiere que le mandemos el disco cuando esté terminado?'.
Demasiado cansada para pensar en esos momentos, Natalia se dirige a la cocina y ve el riego puesto en el jardín. '¡Ahí va! -piensa- He vuelto a olvidarme'. Todavía no ha terminado de recorrer el pasillo cuando la pantalla de la cocina se enciende y muestra las caras de sus padres desde una playa de Mallorca. 'Buenos días, cariño, tu padre y yo pensamos que con la tensión de los exámenes podías olvidarte del riego, así que lo hemos activado nosotros, ¿qué tal te salió Administrativo?'. 'Vaya, habrá que esperar a las notas, pero lo importante es que he terminado. Hoy es mi primer día de vacaciones y eso es en lo que quiero pensar. ¿Cómo os tratan por ahí?'. 'El Hospital de Madrid nos acaba de enviar el resumen diario del seguimiento de la salud de tu padre y nos han dado la enhorabuena; el aire del mar y la tranquilidad le han bajado la tensión y las pulsaciones. ¡Y eso que sólo llevamos un día aquí!, ya verás mañana, le van a decir que está hecho un chaval'. 'Perdona mamá, me llama Eduardo. Os dejo. Un beso muy fuerte, me alegro mucho de que todo vaya bien; desde luego, tenéis pinta de estar pasándolo en grande'.
Natalia desconecta la pantalla antes de coger el móvil. 'Me da un ataque si me ve con la cara que tengo', piensa. '¿Qué tal? ¿Amaneciste?', pregunta Eduardo. 'Sólo son las dos y cuarto, tampoco es para tanto, seguro que tú no llevas demasiado tiempo despierto'. 'El suficiente para decidir que me apetece ir al cine. ¿Spiderman III?'. 'Vale, ¿te encargas tú de las entradas? Ah, acuérdate de avisar a tu amigos de la fiesta de esta noche. Hay que aprovechar que no están mis padres, pero asegúrate de que se van a comportar'. 'Descuida, que no van a hacer nada, no sé por qué piensas siempre lo peor de mis amigos'. 'Por algo será', corta Natalia, 'no es el momento de discutir, sé puntual'.
Nada más colgar, Eduardo conecta a través del móvil con sus amigos: 'Esta noche, fiesta en casa de Natalia. No me dejéis mal, he prometido que sereis unos santos'. Más de 30 terminales reciben inmediatamente la alerta. Media hora después, el intercambio de mensajes sobre la santidad y el comportamiento de los amigos de Eduardo es frenético. Hay opiniones para todos los gustos y, en general, no son positivas. 'Menos mal que Natalia no tiene acceso; si lee todo esto, me mata y, desde luego, nos quedamos sin fiesta'.
Un fuerte ruido saca a Eduardo del profundo sueño en el que había caído. 'Diablos, voy a llegar tarde a buscar a Natalia'. Mientras abre la puerta del garaje con el móvil, contacta el servicio de venta de entradas. A esas horas, ya sólo quedan para las primeras filas. 'Qué se le va a hacer, mejor eso que nada', se dice. 'Buenas tardes Eduardo', le saluda el coche. 'Hola, vamos a casa de Natalia, ¿cómo está el tráfico?'. 'La mejor alternativa en estos momentos es la Avenida de Oporto'. 'Pues allá vamos, ¿qué ha pasado por el mundo? Seguro que a estas horas Natalia ya ha leído todos los periódicos y no quiero parecer un ignorante. Los deportes primero, como siempre'. 'El Sporting de Gijón ha ganado la Intertoto', la voz metálica empieza la enumeración, 'el resultado ha sido... El carburador está fallando, le recomiendo ir directamente al taller'. '¡Lo que me faltaba, ahora sí que voy a llegar tarde! Busca el más cercano y enséñame el plano. ¿Crees que me lo podrán arreglar en el momento?'. 'Me temo que no, ¿le pido un taxi?'. 'Sí, será lo mejor, que me espere en la puerta del taller'.
En su casa, Natalia repasa la información que le proporciona la nevera. 'Faltan huevos, leche y tomates. Vale, encarga un cartón de leche y una docena de tomates, porque huevos no necesitaré hasta que vuelvan mis padres. Para la fiesta necesito dos cajas de cerveza, ocho latas de aceitunas, patatas...', Natalia va desgranando las órdenes a la máquina, 'Y todo antes de las nueve de la noche... ¿Dónde se habrá metido Eduardo? Mira que le dije que fuera puntal'. Eduardo ya está montado en el taxi y muy cerca de casa de Natalia. Para matar el tiempo, ha recuperado donde la dejó su última partida de Xetrix. Y, como de costumbre, vuelve a perder (ha elegido el nivel más difícil), pero no importa, ya ha llegado adonde quería.
'¿Dónde te habías metido? Vamos a llegar tarde, ¿dónde está tu coche?, ¿por qué vienes en taxi?', le recrimina Natalia. 'Vete sacando tu coche y ahora te cuento, creo que el mío va a pasar una temporada en el taller', contesta Eduardo.
'Menos mal que no había tráfico, si no, no llegamos. El aparcamiento de Buenavista tiene sitios libres en la primera planta, vamos a ése, así perdemos menos tiempo'. Casi corriendo, Natalia y Eduardo llegan al cine con la pantalla del móvil ya preparada para que el lector lea el código de barras. '¿Nos da tiempo a comprar palomitas?', pregunta Natalia. 'Yo creo que sí. ¡Mira! ¿æpermil;se no es el chico que le gusta a María?'. 'Sí, corre, sácale una foto y se la mandamos; no tiene ninguna suya. Por cierto, ¿te has acordado de traer dinero en efectivo para la propina del acomodador? Esta vez te tocaba a ti'. La cara de culpable de Eduardo lo dice todo.
æpermil;ste es el futuro real de un presente plagado de siglas incomprensibles y que, en el fondo, nada importarán con tal de que lo que ofrezcan aporte sencillez, comodidad y ahorro a los usos existentes. Parte de la vida de Natalia y Eduardo es ya tecnológicamente posible (la grabación de la radio, la entrada al cine con un lector de código de barras) y sólo falta para su implantación que las negociaciones sobre derechos de autor sean un éxito y que las salas de cine se convenzan de que la inversión que tienen que realizar va a ser rentable. Otros ejemplos forman parte de un vídeo promocional de Telefónica Móviles (diálogo y aplicaciones en el coche), que la compañía define como la vida en 2006. Para el resto, a lo mejor hay que esperar un poco más. Todo ello tiene un denominador común: lo ha hecho posible la telefonía celular en sus más diversas variantes y generaciones.
'En los últimos 10 años hemos sido capaces de cambiar los hábitos de la gente, pero en el fondo ha sido con algo que ya sabían hacer: hablar por teléfono', explica Pilar Latorre, directora de desarrollo de negocio de Telefónica Móviles. 'Ahora los cambios vienen por dos vías: aquello que hacemos de una manera y vamos a hacer de otra, y también lo que ni siquiera nos imaginamos que podemos hacer'.
La revolución de los próximos 10 años
Los expertos tienen claro que, por mucho que la telefonía móvil haya sido uno de los negocios con más éxito de la última década del siglo pasado, lo que queda por delante lo superará. 'La revolución de los próximos 10 años va a ser tan grande como la que hemos vivido', añade Cristina Álvarez, directora de planificación de red y nuevas tecnologías de Vodafone en España. 'Va a cambiar los hábitos de las personas, porque la oferta, sencillamente, dará entretenimiento, ahorrará tiempo y evitará desplazamientos'.
Pero no será una revolución traumática; el nuevo móvil y las aplicaciones que lo rodearán se introducirán en la sociedad como lo han hecho hasta ahora, de forma progresiva, normal y sin muchas rupturas. 'La gente simplemente piensa me resulta fácil y lo hace', en palabras de Latorre.
Con penetraciones de la telefonía móvil superiores al 75% de la población como media de la Unión Europea, muchos analistas han preconizado el comienzo de la agonía para esta forma de comunicación, sobre todo ante la desconfianza que ha despertado la tercer generación del móvil, el UMTS, y sus millonarias inversiones. Las operadoras contestan que lo único que se ha probado en el móvil hasta ahora es la voz y la comunicación persona a persona. Quedan por explotar los paradigmas del multimedia (datos, imágenes, sonidos, a través del terminal), otras aplicaciones de la voz o de los mensajes (persona-grupo, en una explosión similar a la del correo electrónico) y el denominado M2M (comunicación entre máquinas). Así, mientras que los operadores celulares europeos facturaron 100.000 millones de euros en 2001, gracias al gasto de 252 millones de clientes, las previsiones apuntan a que los servicios de tercera generación en el mundo aportarán 331.500 millones en 2010 sólo entre las dueñas de las infraestructuras, a lo que hay que añadir todos los negocios colaterales.
Si el futuro del móvil va a cambiar de raíz el comportamiento de las personas, también lo hará con las operadoras. Las compañías tendrán que buscar su sitio en la cadena de valor y dejar atrás su posición de meros canalizadores de tráfico. En primer lugar, porque el móvil del futuro exige que el tráfico sea muy barato y, en segundo, porque son ellas las más interesadas en que funcione y las que han tomado la batuta de la innovación en todos los campos, sean los suyos o no.
La imaginación está a la orden del día. El móvil no es un mercado de demanda, sino de oferta, donde hay que sorprender a los consumidores con nuevos servicios y aplicaciones. Todo ello, en busca de una respuesta: 'Esto es precisamente lo que quería'. El único riesgo está en los tiempos, en adelantarse demasiado a las necesidades y provocar un parón que obligue a echar la vista atrás. Antes o después, sin embargo, sucederá; Eduardo y Natalia podrán ser cualquiera.
próximo lunes, capítulo 3: El mundo es la oficina