La eterna búsqueda de Eldorado
Lunes. 7.25 de la mañana. En un sobrio despacho situado en el corazón financiero de Madrid esperan los responsables de la flor y nata de los bancos de negocios y de las consultoras que trabajan en España. ¿Motivo? Uno de los mayores inversores españoles les ha citado con máxima urgencia y exigiéndoles la mayor de la reservas tanto sobre la cita en sí como sobre lo que pudiera derivarse del encuentro.
Cinco minutos después, haciendo gala de la exquisita puntualidad que siempre le ha caracterizado, aparece el convocante. 'Señores', dice con voz grave, 'he decidido deshacer las inversiones que tengo y emprender una aventura'. 'Los actuales negocios, tal y como están montados, están a punto de agotarse. Y no estoy dispuesto a que mis inversiones sucumban con ellos. Busco nuevos negocios en los que invertir... y mucho. Quien, de entre todos ustedes, me presente la mejor idea no sólo gestionará mis fondos, sino que percibirá una generosa comisión', explica ante la atenta mirada de su auditorio, cuyos componentes ya habían empezado a calcular la cuantía del negocio que tenían ante sí. 'El plazo para presentarme sus ideas es de 10 días', sentenció con firmeza.
Escenas similares a esta ficción, por supuesto con mucha menos parafernalia, se han producido continuamente en los últimos meses, bien en el seno de los consejos de administración de las empresas, bien en las reuniones de los inversores con sus asesores. Y es que el nuevo siglo ha llegado envuelto en un auténtico terremoto del mundo empresarial. Los que antes eran negocios seguros, de futuro, con una rentabilidad asegurada a prueba de bomba, se han desvanecido como por arte de magia. Ahora, sólo conocen los números rojos. Es más, los gestores de moda, los grandes magos de la gestión han caído en el más absoluto de los desprestigios, cuando no en un banquillo de acusados.
En la búsqueda de la panacea, del negocio del siglo XXI, hay un amplio abanico de fenómenos macro y microeconómicos que no hay que perder de vista. Los expertos destacan, en primer lugar, la evolución de las nuevas tecnologías, especialmente las relacionadas con las telecomunicaciones. Si bien es cierto que una de las principales causas de la actual hecatombe de los mercados es precisamente que se ha desinflado la burbuja de las telecos, no lo es menos que todos los negocios vinculados al desarrollo de las nuevas tecnologías son los que gozan de un futuro más alentador.
Un ejemplo evidente es todo lo ligado al mundo de la telefonía móvil. Los analistas apuntan que en los próximos años una gran parte de las actividades cotidianas, tanto personales como profesionales, se van a poder despachar desde un teléfono celular con la tecnología de la tercera generación o de las que están por llegar, algunas de las cuales ya están en los laboratorios de los principales fabricantes. El negocio no es baladí, puesto que las primeras estimaciones apuntan a que en un plazo no superior a 10 años superará de largo los 300.000 millones de euros.
Íntimamente conectado a este fenómeno y unido al proceso de liberalización del mercado de capitales y a la irrupción de una nueva moneda fuerte como el euro, las nuevas finanzas están destinadas a ocupar un lugar de privilegio en el ranking de los mejores negocios del siglo. Es evidente que la actividad tradicional de la banca, tomar y prestar dinero sin más, ha dejado de ofrecer las cotas de rentabilidad de antaño. La fuerte rebaja de los tipos de interés acaecida en el tramo final del siglo XX y el inicio de éste ha propiciado una radical transformación del negocio, que se ha decantado por ampliar la gama de servicios y, en paralelo, aumentar el cobro de comisiones.
Esta tendencia, coinciden los analistas consultados, continuará in crescendo. Y más si se tiene en cuenta que fenómenos como el uso del dinero de plástico o de los cajeros automáticos que ponen al alcance de una tecla cualquier servicio financiero se están imponiendo.
Pero los nuevos usos financieros van a ir mucho más allá. El desarrollo de Internet, por ejemplo, va a propiciar que más de un millón de inversores españoles utilicen la Red no ya para consultar sus saldos o para hacer una simple transferencia, sino para comprar o vender acciones. Y durante 24 horas al día, gracias a la técnica y a la globalización de los mercados.
El ámbito financiero no es el único en el que se prevé un notable aumento de transacciones aprovechando las nuevas tecnologías. El comercio electrónico es otro de los negocios que, en opinión de los expertos, explotará tarde o temprano. Los millones de internautas que en todo el mundo usan la Red para salir de compras ya no circunscriben las adquisiciones a libros o discos. Cada vez es más frecuente, y que aumente es la tendencia esperable, comprar desde alimentos a muebles.
Del éxito de este negocio depende, además, el de otro que está despuntando en estos momentos, la logística, el nexo de unión entre el vendedor a través de la Red y el consumidor final. Es lo que los técnicos han dado en llamar la última milla. No obstante, el abanico de posibilidades que se abre ante las empresas de logística es más vasto. La internacionalización de las grandes empresas, unida a su interés por mantener la homogeneidad de sus productos, con el tráfico de mercancías que ello genera, es uno de los factores sobre los que se asienta el incremento medio anual del 15% que está experimentando el sector. La expectativa de que éste sea uno de los negocios del siglo XXI ha despertado el interés de grandes grupos empresariales (básicamente constructoras y entidades financieras) que, poco a poco, han ido asomando la cabeza en el sector con pactos o compras.
Pero el horizonte no lo cubre de manera exclusiva Internet. Los bancos de negocios y las sociedades de inversión también tienen en cartera todos los negocios relacionados con el ocio, con el tiempo libre de una sociedad que cada vez está más condicionada por el mundo del trabajo, pero que anhela un respiro. De momento, son los grandes parques temáticos los que se están se están llevando la palma de unas inversiones que logran un éxito aceptable. Si en estos momentos se está construyendo una gran estación de esquí, por supuesto con nieve artificial, a escasos 20 kilómetros del centro de Madrid, ¿por qué no pensar en la posibilidad de hacer, por ejemplo, una réplica de una estación espacial, con gravedad cero, junto al Tibidabo? Las posibilidades se antojan infinitas.
El cambio de hábitos al ritmo de la evolución de la sociedad posibilita la proliferación de otros negocios. Uno de ellos es el de la comida rápida. Junto a las ya cotidianas y algo rudimentarias telepizzas o telebocatas, los expertos auguran un buen porvenir a inversiones relacionadas con la alimentación a la medida, los alimentos bio o la comercialización de sucedáneos de calidad. Ello sin descartar el negocio que proviene justo del otro lado del fenómeno, es decir, los restaurantes de superlujo, con unos alimentos muy seleccionados, con un público restringido y un atractivo margen de beneficio.
Otro de los campos que está empezando a ser analizado por los inversores es el de la salud y el cuidado de las personas, en un sentido amplio. Es evidente que hay una corriente mundial cada vez más poderosa que defiende una menor presencia pública en el sistema de salud. De ahí, la proliferación de los seguros sanitarios o de las clínicas privadas. Sin embargo, ahí no acaba el recorrido. Los avances en biotecnología cada vez son más reconocidos por los mercados bursátiles y los proyectos de residencias para la tercera edad -a veces formando auténticas ciudades- están proliferando como hongos.
Junto a ello late la creciente preocupación por el cuidado personal, por mantenerse en forma, por la belleza. Ese culto a la persona también abre un esperanzador futuro a los negocios vinculados con la cirugía estética, los cosméticos o los gimnasios.
La seguridad, tanto de personas como de objetos, es otra de las áreas que se encuentran entre las favoritas de los profesionales que se dedican a escrutar los nichos empresariales de mayor rentabilidad futura. Y más, desde el shock que supuso el ataque terrorista sobre las dos principales ciudades de Estados Unidos (Nueva York y Washington) del 11 de septiembre de 2001.
Las incógnitas que se ciernen sobre cuál será el negocio del siglo XXI son infinitas. Casi tantas como las posibilidades que se presentan. La elección, indudablemente, es harto complicada, pero acertar con la idónea supone conquistar el nuevo Eldorado.
mañana, viernes, capítulo 2: Diálogos con la nevera.