Nuevos hábitos, nuevas servidumbres
Hace poco más de 10 años muy poca gente sabía lo que era un teléfono móvil y ni mucho menos tenía uno. Hoy, lo primero que se echa de menos tras una apresurada y olvidadiza salida de casa es el celular, sin el cual uno se siente intranquilo, incomunicado, estresado, perdido y falto de contacto humano.
Todas estas sensaciones son experiencias personales de una muestra de habitantes de un entorno urbano. El país es Japón, pero la imagen es perfectamente aplicable a cualquier ciudad del primer mundo.
Los japoneses sólo sentirían más inquietud si salieran de casa sin dinero, algo que el móvil prevé solucionar cuanto antes mejor. De hecho, de la lista de elementos imprescindibles a la hora de enfrentarse a una jornada fuera del hogar, lo único que el celular no sacará del mercado a medio o a largo plazo es la barra de labios. Monedero, llaves, tarjetas, reloj, todo ello estará en el terminal, que incluso puede sustituir al mando a distancia de la televisión.
Y es que la telefonía celular ha sido un camino constante de crear necesidades que nadie creía tener y que se han convertido en insustituibles poco tiempo después. De hecho, la clave del negocio es dar con la aplicación acertada en el momento adecuado y esperar a que el uso y el boca a boca la convierta en un éxito.
Por ahora, sin embargo, la telefonía móvil ha sido una tecnología no invasiva con otros negocios, algo que puede cambiar muy pronto. Los responsables de las operadoras insisten en que todo lo que hagan será complementario y que hay muchos huecos que quedan por cubrir. Está claro, por ejemplo, que los operadores celulares son capaces de facturar microtransacciones que duran segundos y que esto se podría aplicar a los pagos de escasa cuantía (taxis, bares...), mientras que la tecnología actual de las entidades bancarias lo hace imposible por las comisiones. La pregunta es dónde está el límite si las operadoras deciden meterse de lleno en este negocio.
Otro campo de colaboración en un principio está en el comercio electrónico. Muchos informes apuntan a que su reducido uso se debe al miedo a la hora de introducir los datos personales en Internet. Otra vez el móvil tiene la solución, con aplicaciones en las que sólo viajaría una clave.
El móvil también es capaz de dotar de una moderna red de comunicaciones a un país cuyos recursos no sean suficientes para financiar las costosas infraestructuras fijas.
Pero si el desarrollo de la telefonía celular llega a las cotas que hoy promete, está claro que no son sólo las operadoras las que tienen que reinventarse a sí mismas.