Una agenda complicada
Tenemos por delante una agenda internacional que se ha complicado extraordinariamente para nuestro país con el episodio del islote Perejil. Afortunadamente la operación militar se ejecutó limpiamente, como dijo el ministro Trillo. Que así fuera nos ha ahorrado el desbordamiento emocional que suele producirse con ocasión de los funerales y honras de los muertos en combate. Hubiera sido un escenario que habría dramatizado aún más el completo desencuentro entre el reino de España y el de Marruecos. Hay que moverse para sellar cuanto antes la solución sobre el islote. La propuesta de la ministra Ana Palacio me parece correcta. Restablecido el statu quo anterior a la llegada de la Gendarmería marroquí hay que llegar a un acuerdo de cooperación para que la Gendarmería y la Guardia Civil puedan utilizar el islote Perejil para controlar y reprimir a los narcotraficantes y mafias de las pateras que ocasionalmente han utilizado esta escarpada isla para sus negocios criminales. Es la mejor solución para todos. Si la Guardia Civil tiene libre acceso a nuestro Perejil, la Gendarmería marroquí tendrá libre acceso a su Leila. Basta que cada misión se comunique a la otra parte y, si se consigue que la operación se haga conjuntamente, mejor.
Creo que a nosotros, españoles, no nos interesaba la presencia de la Legión en el islote. Hago esta afirmación porque del otro lado, el marroquí, es probable que sí les interesara la permanencia de los legionarios todo el tiempo que les fuera útil en sus esfuerzos para involucrar internacionalmente a otros actores con intereses en la zona. La operación está en marcha y era previsible que Rabat reaccionara así, teniendo en cuenta que otro punto caliente de la agenda internacional se acerca.
El próximo día 31 de julio, el Consejo de Seguridad de la ONU será el escenario donde se van a retratar los actores internacionales con intereses en la zona, cuando Kofi Annan presente sus conclusiones sobre el futuro del Sáhara Occidental. No debemos engañarnos, del posicionamiento que se produzca respecto a las distintas alternativas en presencia dependerá la posibilidad de reducir la tensión con Marruecos o aumentarla. Dos de los actores internacionales más importantes en la zona, EE UU y Francia, ya han optado. Otro, Reino Unido, se está aproximando aceleradamente a las tesis marroquíes. China se mantiene neutral y queda la incógnita de Rusia mucho más proclive, después del acuerdo sobre el Tratado ABM y su asociación con la OTAN, a inclinarse hacia los argumentos norteamericanos. En Rabat se han sentido fuertes y arropados por esta nueva realidad: mantener un contencioso permanente con España no les ha supuesto ningún desgaste, justo lo contrario, con sus dos principales aliados. EE UU y Francia. Si además consiguen ampliar su apoyo a otros actores internacionales, se sentirán aún más fuertes para mantener el contencioso. La agenda se nos puede complicar aún más en la medida en que el operativo contra Irak se concrete y se inicie un ataque, aunque sea limitado, en aquella zona. En este escenario de posibilidades se puede explicar la posición equidistante de Washington entre Madrid y Rabat. Al menos ya sabemos que nuestra pretendida relación privilegiada con los EE UU es tan privilegiada como la que tiene Marruecos.
A Rabat le pedirán ser un socio activo de la coalición internacional para justificar el ataque a Sadam Hussein dentro del mundo árabe y a nosotros la activación del acuerdo sobre las bases americanas en nuestro país. Juntos contra el 'eje del mal' y a palos en el estrecho de Gibraltar. Mejor ayudar al más débil parece ser la opción norteamericana si esta hipótesis termina desarrollándose. Hemos apoyado al Gobierno desde el Partido Socialista sin fisuras. Era lo lógico y lo razonable. Empieza a preocuparnos el futuro y no vemos una estrategia clara del Gobierno. Estas cuestiones no dependen de la 'bola de cristal', como dijera la ministra de Exteriores. Tanto el Gobierno como la oposición debemos estar muy atentos a los pasos que se están dando. Prefiero de lejos un arreglo bilateral entre Rabat y Madrid. Si la solución nos las dieran otros actores internacionales con interés en la zona, será legítimo preguntarse si la ocupación del islote Perejil no ha sido una operación organizada para provocar la entrada en la zona de otras potencias para que todo el mundo se retrate el 31 de julio en la reunión del Consejo de Seguridad. Si éste fuera el supuesto elegido, tendremos que empezar a pensar los políticos de este país cómo arreglar de una vez las relaciones con Marruecos. Lo que es obvio es que no podemos seguir así.