Sin brújula ni confianza
La volatilidad se ha adueñado de las Bolsas hasta el punto de que oscilaciones diarias del 3% o del 4% se han convertido más en la norma que en la excepción. Los inversores parecen encontrarse sin brújula, como muestran los esporádicos -pero también bruscos- amagos de recuperación. El sesgo bajista denota algo peor: cómo la confianza, elemento esencial, se ha deteriorado hasta extremos inimaginables y socava los cimientos del mercado muy poco después de que el capitalismo popular se encontrase en pleno apogeo.
Más que la marcha de la economía o de las empresas, lo que está haciendo daño a la Bolsa es el incremento de la prima de riesgo o, su reverso, el deterioro de la confianza, un activo intangible que resulta muy difícil de recomponer. Numerosos factores han contribuido a erosionarla en España y, desde luego, no son todos ellos exógenos. Hay que evitar que la psicosis generada por algunos escándalos haga pensar que todo el sistema está carcomido. Pero tampoco cabe pensar que una regulación más detallada contra el fraude va a ser un remedio mágico para recuperar la confianza. Es más una condición necesaria que suficiente.
En todo caso, el clima propicia una ocasión inmejorable para acometer reformas en favor de la transparencia, del buen gobierno de las empresas y de los intereses de los pequeños accionistas, que han visto atónitos esfumarse parte de sus ahorros y que, con todo, se han mantenido al pie del cañón en la mayoría de los casos. Los inversores son también votantes y los Gobiernos empiezan a darse cuenta de ello, como prueba la destitución de Ron Sommer al frente de Deutsche Telekom, cesado del mismo modo que se prescinde de un ministro que ha fracasado en su gestión.
El Gobierno decidió ayer crear una comisión para la transparencia en los mercados cuando es el primero que no respeta las reglas más elementales de transparencia en la información estadística que de él depende y cuando la manipulación o maquillaje de las cifras tampoco es una práctica a la que se haya sido ajeno desde las instancias públicas. Una vez decidida su creación, esa comisión tiene por delante un arduo trabajo. Cada día en el mercado se aprecia la asimetría con que la información se difunde. Los casos de uso de información privilegiada se repiten casi con cada operación de gran calado. Murallas chinas, presentaciones a analistas, operaciones de autocartera, comunicación detallada de hechos relevantes y operaciones vinculadas entre la sociedad y sus accionistas de control están entre las materias en las que más luz y taquígrafos son el mejor antídoto contra el fraude. La figura del consejero independiente -pero de verdad independiente, desde su nombramiento hasta su acceso a la información y su poder- continúa siendo la piedra angular de la mejora del buen gobierno. La reforma mercantil en aspectos como limitaciones de los derechos de voto y otros blindajes contra opas está también entre las tareas pendientes.