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Columna
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Haciendo oídos sordos no se dialoga

Antonio Gutiérrez Vegara

En el debate sobre el estado de la nación ha vuelto el presidente del Gobierno a ofrecer diálogo a los sindicatos, pero excluyendo la materia que lo rompió. En esta ocasión ni siquiera hizo la más mínima referencia a la posibilidad de modificar el decretazo durante su tramitación parlamentaria. Es decir, no sólo hizo oídos sordos a la retirada del texto que reclaman las centrales sindicales y pidió la oposición de izquierdas en el debate, sino que pareció menos dispuesto a mejorarlo a través de las eventuales enmiendas que los distintos partidos pudieran presentar, como unos días antes habían dejado entrever algunos miembros del gobierno. No dejó margen ni para la enmienda adelantada por CiU sobre una de las reformas que más daño hace a los derechos laborales y que menos tiene que ver con la creación de empleo: la eliminación de los salarios de tramitación en caso de despido improcedente.

Cuestión camuflada en el discurso del presidente como si de una mejora 'razonable' se tratase, obviando su verdadero significado, que es el abaratamiento del despido sin causa justa hasta casi confundirlo con el objetivo, para presentar el acceso a la prestación desde el día siguiente al despido como una gracia que se otorga a los despedidos con la reforma. Lo que no es cierto en absoluto. Lo que en realidad se les adelanta es el consumo del periodo de percepción del seguro de paro al que se tuviera derecho, con el riesgo en bastantes casos de quedarse sin él porque sin los meses de tramitación del despido no puedan completarse los 12 de cotizaciones exigibles y simultáneamente se les reduce el monto de los ingresos a percibir por la rescisión arbitraria del contrato.

Tan sólo en las resoluciones finales se apunta de forma genérica el diálogo social sobre la protección al desempleo y asuntos varios, pero sin abrir resquicio alguno para admitir cambios en el proyecto de ley. Da la impresión de que los nacionalistas catalanes han encajado la regañina del gobierno por su actitud ante la huelga general rebajando sus pretensiones, adelantadas por el mismísimo Pujol a los sindicatos y han acentuado su apoyo a las reformas emprendidas o previstas por el PP.

La huelga del 20 de junio tampoco había merecido referencia alguna en el discurso inicial del presidente, hasta que en una de sus últimas intervenciones, respondiendo al representante de Iniciativa por Cataluña volvió a la guerra de cifras sobre participación en el conflicto para minusvalorarlo. Abusa tanto Aznar de utilizar el 'lo' absoluto en sus planteamientos, precedidos a menudo por 'lo democrático', 'lo justo', 'lo razonable'..., que además de traslucir cierto dogmatismo le bloquea para comprender otros razonamientos diferentes al suyo, ya que de antemano los sitúa extramuros de la razón.

Otras veces busca el aval de sus propuestas según le convenga en su congruencia con lo que supuestamente se hace en el espacio europeo o en el precedente que marcan para que sigan su estela otros países. Por ejemplo, al afirmar que en ningún país de la UE se permite que los parados rechacen por tres veces una oferta adecuada de empleo, cuando la discusión no estriba en el número de rechazos sino en el unilateral criterio de los servicios públicos de empleo para definir el empleo adecuado a cada desempleado, procedimiento, ese sí, inusual en la UE y en todo caso poco fiable aquí, donde el Inem apenas tiene capacidad para intervenir eficazmente en la intermediación de las colocaciones y ha quedado desbordado tras la entrada en vigor de la reforma.

Tampoco se sostienen las comparaciones con la reforma que se proyecta en Alemania, ni aun en las formas empleadas, ya que la Comisión Hartz cuenta con la participación de los sindicatos y el gobierno se ha cuidado de presentar una propuesta mientras se están gestando por consenso hasta los últimos detalles de la reforma.

Entre la refractaria actitud respecto de la protesta social, la sordera para escuchar razones, argumentos y propuestas diferentes y el 'sostenella y no enmendalla' del presidente del gobierno, se destila un talante poco apto para que el diálogo ofrecido en alguna de sus intervenciones pueda fructificar.

La primera demostración la hemos tenido en la reunión que ayer por la tarde mantuvo el nuevo ministro de trabajo con los dirigentes sindicales. Echando balones fuera, la realidad volverá a colarse por la ventana. Por el momento y muy lamentablemente, el gobierno sigue sembrando el camino para que vuelva solamente en forma de conflicto.

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