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Tribuna
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En clave de re

Después de los cambios realizados en el Gobierno la semana pasada la prensa fue unánime, o casi, en la apreciación del impulso político del gabinete y en el comienzo de la carrera sucesoria. Luego, como es lógico, se pasó a analizar esa cosa de los ascensos, descensos, destituciones, castigos y premios. Creo que, efectivamente, el cambio responde a dos claves: reforzamiento político y revelación de la sucesión. En cuanto a los calificativos personales, en plan competición pienso que no existen y es necesario darle otra lectura, o a lo más sólo reconocimientos de valía, nunca reprimendas y la fuerza de las cosas.

Cuando hablamos de refuerzo político es necesario conocer qué es eso del peso político, que a fuer de obvio pasa a ser difuso. Tienen peso aquellos que han pasado por confrontaciones electorales directas como responsables del resultado de la votación, esto es, se han mostrado ante el electorado para ganar unas elecciones y han obtenido unos buenos resultados. No olvidemos que en política lo primero es ganar y luego gobernar, y en materia de ganar -aparte que en materia electoral normalmente las elecciones no se ganan, sino que se pierden- es más importante el talante y la capacidad de convicción que las propuestas incorporadas al programa. Por eso se debe de hablar de reforzamiento en tres aspectos claves. Impulso y coordinación del Gobierno. Reforma laboral y diálogo social. Relaciones con las comunidades autónomas.

No es acertado aplicar el calificativo de remodelación, porque no hay cambio de modelo, sino reafirmación, y por eso se refuerza. En tiempos de mayorías relativas y exiguas se hace lo que se puede como se debe, pero la mayoría absoluta exige hacer lo que se debe, como se puede. De ahí que es más preciso decir que Rajoy no pasa de Interior a Presidencia, sino que se le descarga de Interior para poder ejercer con plenitud de vicepresidente y coordinador. En Trabajo no se destituye a Aparicio ni se reconoce efectos políticos al llamado decretazo, sino que se realza el perfil político del departamento.

Pretender que el presiente ofrece la cabeza del anterior ministro o que le castiga no es sino desconocer el talante y el afecto del uno por el otro y la valía, la lealtad y el afecto del otro por el uno. Igual ocurre en Administraciones Públicas, en que se eleva el tono político de la cartera. La explicación en Sanidad se da en sentido contrario a las anteriores, se reduce el sentido político del ministerio, por estar ya realizadas las transferencias sanitarias a las comunidades autónomas, con lo que, políticamente, no es conveniente restar unidad de acción en sus relaciones con ellas al ministerio propio del ramo.

Todos los demás cambios de personas son meros reajustes derivados de lo anterior y para dar continuidad a las líneas marcadas de Gobierno. En el rompecabezas originado por el cómo del puedo, las vacantes se pasan a la continuidad buscando profesionalidad y competencia.

Nos queda la revelación de la manera de operar la sucesión. Aquí claramente se indica que no hay favorito de partida. Y que una cosa es contar para colaborar en responsabilidades de confianza a quién mejor le parece a Aznar, y otra que el preferido para trabajar con él lo sea para suceder. Revela que no hay preferencias, porque las futuras elecciones que se trata, evidentemente, de ganar no las gana ni las decide Aznar, sino que las gana el candidato y las decide el pueblo español. Así ahora se proyectan a nivel nacional unas personas de gran talla política para que puedan ser apreciados por los futuros electores y ser sometidos a la evaluación comparativa de los sondeos de opinión pública.

La incorporación de Zaplana a esta mal llamada carrera sucesoria, que mejor convendría decir posicionamiento ante las próximas elecciones generales, estaba cantado desde la designación de Paco Camps como delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana. La grata y agradable adición de Alberto Ruiz-Gallardón tiene toda la lógica del mundo, ya que tanto aquel como éste han conseguido, siempre electoralmente, ganar y revalidar en la urnas el cambio político en dos comunidades autónomas muy importantes en población y que, no hace tanto tiempo, se consideraban imbatibles para el partido socialista.

En este grupo de a elegir falta Jaime Mayor, que no significa que se descarte sino que posiblemente se agregará luego. No olvidemos que queda un futuro reajuste de Gobierno antes de las siguientes elecciones autonómicas y para entonces ya habrán pasado dos años de las últimas vascas.

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