La renta fija sigue al alza ante el pésimo panorama bursátil
El bono estadounidense marcó un pronunciado descenso en su rentabilidad durante la semana pasada, olvidado ya el intento de rebote de Nasdaq y Standard & Poor's 500. La ruptura de un soporte tras otro y muy especialmente la caída del S&P 500 por debajo de los niveles posteriores al 11 de septiembre han asustado mucho al mercado, que ha acelerado la huida a un refugio teóricamente seguro.
El bono estadounidense a 10 años está ahora en niveles que no había registrado desde octubre. Se están ampliando, además, los diferenciales entre la deuda de referencia y la de riesgo, todo un síntoma de la evidente falta de confianza. Cuando la Bolsa y la rentabilidad de la deuda bajan en paralelo, es síntoma de pánico, como también lo es la extrema volatilidad registrada.
Dell parecía haber dado la de arena. Al menos la subida marcada por el Nasdaq el jueves estaba justificada. La empresa de equipos informáticos afirmó que mejorarían las expectativas en el segundo trimestre. Lo que necesita el mercado son síntomas de que la crisis va pasando.
Que la industria tecnológica se recupere sería la mejor de las noticias. Al ser el sector que más dudas ofrece al mercado y el más inestable, la aversión al riesgo disminuiría significativamente, lo que ayudaría a olvidar la crisis en el conjunto de la economía. General Electric, otra empresa que opera en un sector complicado, cumplió con las previsiones de beneficio, y con Dell ayudó a alimentar al mercado.
Hay que comprobar, no obstante, que este buen arranque de la temporada de resultados empresariales tenga continuidad en las previsiones para la segunda mitad del año. Además, es necesario que los aumentos de beneficio vengan por el lado de los ingresos y no por la triste contención de costes.
Resultó después que parte del aumento de beneficios esgrimido por General Electric corresponde con plusvalías de los fondos de pensiones de empleados. Y que la confianza del consumidor cae bajo mínimos, asustado el estadounidense medio por los problemas de la Bolsa y los escándalos contables. El indicador de la Universidad de Michigan cayó hasta los niveles más bajos desde diciembre. Fue un duro golpe para las expectativas de recuperación.
Con estos mimbres tiene que lidiar cada día el gestor de fondos. Porque el inversor particular, que puede, se dedica a otra cosa. La Bolsa ha caído mucho y el consenso de los analistas espera que el eventual rebote sea muy violento y, por tanto, rentable. El miedo a perdérselo es, posiblemente, el último reducto comprador.
Los pequeños pierden solidez
Aunque el índice general de la Bolsa de Madrid perdió algo más de un 5% en la semana, menos de una quinta parte de los valores que lo componen subió en este periodo. En lo que va de año la caída del índice es el triple, del 15%, pero dos terceras partes de los miembros de éste están en positivo. Esta semana, cuando la Bolsa bajaba, que fue casi siempre, la mayor parte del Ibex 35 estaba en rojo.
Este movimiento del mercado está ligado al deterioro del sentimiento inversor. Ya no se vende Telefónica por culpa de Brasil o Repsol por la deuda y por Argentina. El inversor empieza a soltar lastre de toda su cartera porque es más pesimista que nunca y, sobre todo, porque no se puede vender un valor indefinidamente. Las constructoras y las eléctricas han pasado de ser una suerte de seguro a valores tan castigados o más que los grandes del Ibex.
Este fenómeno, que se ha producido tanto en España como en Estados Unidos, ha hecho que el dinero se traslade desde la Bolsa a la renta fija, en lugar de rotar los fondos de unos sectores a otros.