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Nuevo Gobierno

Rato y Montoro salen inmunes y garantizan una política continuista

Cristóbal Montoro tuvo pronto la certeza de que a él la crisis de Gobierno no le iba a tocar. Porque no sólo no sonó su teléfono, sino que, en medio de los incesantes rumores de cambio, se le llegó a otorgar una refundida cartera de Economía y Hacienda. Pero las predicciones de los mentideros no se cumplieron: Montoro se mantiene como titular de Hacienda, al frente de un equipo que se jacta de haber trabajado duramente desde que se inició la legislatura, momento en el que Aznar decidió escindir la macrocartera económica que ocupaba Rodrigo Rato.

El vicepresidente segundo se libró aún menos de las cábalas, muchas de las cuales apuntaban a su traslado (viejo rumor) al Ministerio de Asuntos Exteriores. Eso sí, con competencias ampliadas al área de comercio exterior, para cumplir con el conocido sueño de Aznar de modernizar el cuerpo diplomático, que, en su opinión, está muy necesitado de unos 'tintes económicos' más acordes con la globalización económica.

Tampoco las hipótesis se cumplieron en el caso de Rodrigo Rato, demostración palpable de que el presidente del Gobierno va a conservar en esencia una política económica que le ha proporcionado excelentes resultados electorales y cuyos artífices han sido el propio Rato y su lugarteniente Montoro. Además, quiere apuntalar su núcleo económico, que será el eje sobre el que va a gravitar su programa político hasta 2004.

Salvar las debilidades

Los cambios y recambios que Aznar ha realizado en las segundas filas de su equipo económico responden, precisamente, a sus intentos de reforzar el equipo subsanando sus debilidades. Así, ha destituido a sus dos ministras más polémicas: Anna Birulés, que deja el sillón de Ciencia y Tecnología a un viejo inquilino de la casa, Josep Piqué, y Celia Villalobos, que será sustituida por Ana Pastor.

Pero la gran novedad ha sido la incorporación de un barón como el presidente de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana, al frente del Ministerio de Trabajo. Su misión: salvar la situación de ruptura del diálogo social, agudizada tras la huelga general.

Rato y Montoro salen reforzados de una crisis que, de haberse producido hace un año, en pleno proceso de investigación del caso Gescartera, que salpicó de lleno a ambos ( a Rato, directamente, y a Montoro, por las implicaciones de su entonces secretario de Estado de Hacienda, Enrique Giménez-Reyna, que se vio obligado a dimitir), probablemente se hubiese resuelto de modo bien distinto.

Sin embargo, semiolvidado este caso de corrupción, el tándem económico sigue exhibiendo sus grandes éxitos económicos, los más sonados, el equilibrio presupuestario y la rebaja del impuesto sobre la renta (cuya segunda reforma está a punto de abordar).

Calificado por algunos de sus críticos como un 'fundamentalista del déficit cero', por el que ha sacrificado la inversión pública y el gasto en políticas sociales (religión a la que pertenece también Rato), a Cristóbal Montoro le gusta enumerar entre sus logros el nuevo modelo de financiación autonómica o la firma del concierto económico vasco.

Rato presume, por su parte, de unas medidas de liberalización, de cuya insuficiencia da cuenta el aumento del diferencial de inflación con la UE.

El modelo de escisión de Economía y Hacienda ensayado por Aznar hace dos años ha dado sus frutos. Los rumores que surgieron entonces sobre la pérdida de poder de Rato no se han cumplido: éste sigue dirigiendo la política económica y los hilos del poder empresarial, mientras Montoro ejerce con soltura su papel de técnico y hombre de confianza. Y ambos sentados cómodamente en el ciclo alcista.

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