Worldcom arruina a su patria chica
Los habitantes de Clinton (Misisipí) recuerdan ahora su felicidad cuando el presidente de Worldcom, Bernard Ebbers, trasladó la compañía allí, desde la capital estatal de Jackson, hace cuatro años. Worldcom, la segunda empresa de telefonía de larga distancia de Estados Unidos, 'era uno de los grandes éxitos de Misisipí'', asegura Bob Gilmore, un residente de Clinton.
Ebbers y el grupo que fundó en una cafetería hace casi 20 años han perdido su atractivo. Los reguladores estadounidenses investigan la contabilidad de Worldcom, cuyos accionistas han perdido 144.000 millones de euros en los dos últimos años, y muchos vecinos se sienten abatidos. 'Albergamos un sentimiento de traición'', indicó Wyatt Waters, un artista cuyas acuarelas adornan tanto su galería como las casas de los ejecutivos de Worldcom. 'Es una pérdida de confianza', comenta.
Una auditoría ha descubierto la ocultación de pérdidas y la empresa eliminará 17.000 empleos para conservar su efectivo y liquidar una deuda superior a los 30.600 millones de euros. Sus acciones, que alcanzaron hasta 63 euros en junio de 1999, casi ya no tienen valor. La esposa de Gary Ward recibió acciones de Worldcom hace años como parte de su plan de retiro en un consultorio dental. Planeaba usarlas para su jubilación y para la educación de sus hijos. 'Llegó a un punto en el que me dijo: 'No podemos venderlas, debemos conservarlas hasta que suban', dijo Ward, que ha sido el administrador de la zona desde 1997. 'Ahora no valen nada', dijo.
Cuando Worldcom se mudó a Clinton en 1998, no prometió crear empleos nuevos, y poca gente vino. La mayoría de los trabajadores simplemente viajaba desde Jackson o los suburbios cercanos. No obstante, Clinton sumó 1.000 viviendas y nuevos negocios. 'La gente estaba emocionada por que una compañía grande, de la lista de las Fortune 500, viniera aquí', dijo Thomas Bennett, que tiene un local de revelado de fotografías en el centro de Clinton. 'Los inmuebles subieron exorbitantemente'.
Pizza Hut se mudó del centro para quedar a un paso de Worldcom, y restaurantes como Applebee's y Fazzoli's también abrieron en la ciudad. Hoteles como el Hampton se unieron al Holiday Inn para albergar a los visitantes. La compañía recibió una exención de 10 años del impuesto a la propiedad, y todavía les quedan seis.
La galería y café Gravity, propiedad de Suzanne Vivier, era un lugar en el que los trabajadores de Worldcom hacían sus fiestas. Alguna vez Ebbers ofreció allí una recepción y cerró la calle entera. Los residentes y hasta la iglesia episcopal local compraron acciones. El colegio local recibía donaciones de Ebbers, que con frecuencia asistía a los juegos de baloncesto. Ahora no.