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El paladar

Un lujo en Nueva York

Elaboraciones mimadas para ganar mercados selectos

En Nueva York, una de las plazas comerciales más apreciadas por los aceiteros de todo el mundo y uno de los emergentes centros de consumo del aceite de oliva -no es extraño ver en The New York Times reportajes sobre los olivareros jienenses y tampoco es raro ver marcas españolas a 30 dólares el litro, aunque la venta es todavía limitada- corre la especie de que el aceite hay que comprarlo donde lo compran los que más entienden: o sea, en España, porque es donde lo compran los italianos. Saben los cada vez más entendidos consumidores americanos que España es el país donde más y mejor aceite se produce, aunque para ellos, los embajadores de este producto siempre hayan sido los italianos -escribe Mort Rosemblum, de Associated Press, que el aceite de oliva fue la primera mercancía que utilizaron las mafias sicilianas para instalarse en la metrópolis, aunque posteriormente las multinacionales le chafaron el negocio- y todavía lo son hoy en muchos mercados internacionales, incluso en el español, porque del medio millón de toneladas de aceite que exporta cada año España, la mayoría va a Italia, a granel, donde es envasada y vuelta a exportar, ya con marca, a otros mercados, entre ellos el nuestro. Ocurre este fenómeno por la ausencia de grandes firmas aceiteras en nuestro país y por la disparidad de mentalidades productivas: mientras hay marcas que miman el producto hasta extremos bíblicos ('sólo a las vírgenes y a los jóvenes con votos de castidad se les permite recoger el fruto del olivo') como Dauro y Hacienda Queiles o la también señera Núñez de Prado, otros productores corren el riesgo de ver diezmadas sus cosechas por la improductividad y la imposible tecnificación, por ejemplo, de todo el olivar de montaña español. La Asociación Española de Municipios del Olivo ha lanzado un grito de socorro con la idea de que todo el olivar de zonas deprimidas y de montaña fuera objeto de atención administrativa porque corría el riesgo de desaparecer en pocos años.

Este riesgo lo conocen bien en la Cooperativa El Agro de Setenil de las Bodegas, en Cádiz. Los 675 socios de esta entidad elaboran, sin duda, el mejor aceite de la provincia (durante las tres últimas campañas ha sido distinguido con el Olivo de Plata, que otorga la Diputación de Cádiz), bajo la marca Agrosetenil, extraído de las variedades picual, hojiblanca y lechín, de gran intensidad aromática, con sabor a plátano maduro y manzana recién cortada. Pues bien, la mitad de su producción (un millón de kilos de aceite) se puede perder en unos años porque se localiza en plena sierra norte gaditana y todos los procesos tanto de cuidados del árbol como de recolección pueden hacer inviable económicamente la producción.

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