Cómo retener a los ejecutivos
Atracción de directivos o retención de directivos? Son las dos caras de una misma moneda: la necesidad de disponer de las personas más adecuadas para desarrollar el proyecto empresarial. En un caso, la empresa quiere captarlas para su proyecto; en el otro, la empresa quiere retenerlas. Intereses contrapuestos en un mercado de oferta y demanda. Por lo tanto, desde una perspectiva neoclásica y liberal, será el precio del directivo el que decante la capacidad de atracción o la capacidad de retención de las empresas.
Hay quien cree, efectivamente, que la capacidad de atraer es una función directa del precio. Yo, no. Los directivos son humanos, personas con emociones, sentimientos (aunque haya algunos que se olviden de su naturaleza humana) e ilusiones; y resulta que vivimos ya en la sociedad posindustrial, aquella que Daniel Bell, con su extraordinaria comprensión del futuro, nos describía en 1973. Una sociedad posindustrial que es, también, la sociedad del conocimiento, de las organizaciones y de los empleados y es, en definitiva, un juego de personas. Ya no son ni la tierra, ni las materias primas, ni el capital, ni las máquinas, ni los recursos humanos, sino, finalmente, el hombre y mujer, el único generador de conocimiento, el mayor capital de las empresas. Y ese hombre/mujer directivo y directiva, lo que quiere es aplicar su conocimiento. El directivo, al igual que todo trabajador con conocimiento, quiere saber adónde se dirige la empresa que por él/ella se interesa y de qué forma se ajusta, es coherente, con sus expectativas profesionales y personales.
La atracción del directivo sólo será posible desde un contrato psicológico en el que ambas partes expliciten sus expectativas respectivas, y finalmente, eso sí, se acompañe de un adecuado paquete retributivo. Ahora bien, una vez lo hemos ya fichado, visualizamos la otra cara de la moneda: la retención y el mantenimiento de la ilusión inicial y del compromiso que dicha ilusión implica.
Compromiso, palabra clave. Ese compromiso que tan a menudo demanda la dirección de la empresa y que tan poco hace para conseguirlo. Ese compromiso que ha de ser fruto de la confianza; y a su vez, confianza que será consecuencia de una actuación coherente de la dirección de la empresa respecto a una ética acordada y a los valores que de ella se deriven.
Obtener el compromiso de los buenos directivos requiere que la dirección empresarial se reoriente hacia una mayor democratización (o ya me conformaría con menor autoritarismo), una mayor transparencia y una ética de compartir éxitos y fracasos.
Como seguro que no se consigue el compromiso es con el cinismo de estar declarando a los recursos humanos el principal activo de la empresa y despedirlos cuando las previsiones trimestrales de beneficios no son las esperadas por los mercados. Parafraseando el título de un libro de Richard Sennett, esto corroe el carácter. ¿Qué directivo y directiva se puede sentir atraído por empresas que se comportan y actúan de esta manera? Atraer es importante, pero más lo es retener a los profesionales de la empresa.