Dudar de todo lo que se mueve
En pleno frenesí alcista los inversores, como norma, suelen disparar contra todo lo que se mueve. Todo vale, todo es bueno, no hay término medio, porque tarde o temprano, sean cual fueren los fundamentales de la compañía, las alzas terminan extendiéndose al conjunto del mercado.
En situaciones bajistas como la actual, la tendencia es la contraria. El pánico se instala en los mercados y la mayor parte de las acciones cotizadas, estén o no afectadas por las crisis del momento, tengan o no que ver con los asuntos de moda, terminan sucumbiendo.
La crisis de desconfianza hacia las cuentas de las empresas es cada vez más grande, porque a Enron le salen imitadores, que es el caso actual de Worldcom. Empresas emblemáticas antaño enseñan ahora sus carnes para descrédito de los inversores. Por eso, en las Bolsas del mundo se duda de todo lo que se mueve. También, de quienes permanecen en silencio. Los observadores señalan que nunca se sabe qué es lo correcto en las cosas de la Bolsa, si salir al quite o permanecer detrás de la barrera.
El caso Enron hizo creer a determinados analistas que el mercado había recibido un tiro en la línea de flotación. Esta expresión provocó iras entre los fundamentalistas. Muchos de ellos se rasgaron las vestiduras. Meses después reconocen que el barco de los mercados hace aguas por todas partes, porque la desconfianza hacia el sistema crece a medida que pasa el tiempo. Desconfianza en las cuentas de las empresas, en los consultores, auditores y en los reguladores. El monto de las cifras que se manejan como fruto de la contabilidad creativa es tan elevado que cuesta creer que ha sido cosa de este o aquel director financiero de esta o de aquella compañía. Sin más implicados.
El engorde artificial de balances hace, además, que los PER sean más altos.