Un producto de la burocracia
El peso del lobby de la energía en la Casa Blanca ha sido innegable. El vicepresidente, Dick Cheney, se reunió con la industria pero no con las organizaciones medioambientales para preparar la liberalización de la energía. Casi desde ningún foro se duda ya del papel de Enron en el diseño de este nuevo escenario. Pero esto no es solo cosa del pasado. Pese a lo mucho que se investiga al sector, su influencia en el Gobierno de George Bush crece. El jueves, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, en sus siglas en inglés) les dio una buena noticia al anunciar una propuesta que responde milimétricamente a sus demandas.
Se trata de una serie de normas que permitirán mejorar o expandir las actuales plantas de generación en cualquier industria sin que haya que añadir más controles de emisiones, algo que para la industria es un sobrecoste. Eric Schaeffer, uno de los más importantes directivos de la EPA, que dimitió en marzo por las diferencias con la política de Bush, consideraba que estas reformas 'son una promesa de vida eterna' a las plantas más antiguas y contaminantes, cuando lo que se esperaba era su paulatina desaparición.
Entre los críticos a esta propuesta está el cada vez más relevante fiscal general de Nueva York, el demócrata Eliot Spitzer, más conocido por su cruzada a favor de los inversores y contra la banca de Wall Street. Spitzer asegura que la iniciativa es un cheque en blanco a la industria del carbón, el petróleo y el gas y que él dará los pasos legales necesarios para anularla.
La propuesta se produce 10 días después de que desde la misma agencia medioambiental se le llevara la contraria a la Casa Blanca. La EPA, que no hay que olvidar que es parte de la Administración, remitió a Naciones Unidas un informe en el que se explicaba que algunas actividades, como el uso de combustibles sólidos que emiten dióxido de carbono y otros gases, están detrás del cambio climático y el progresivo calentamiento del planeta. Bush, que no ha querido ratificar el Tratado de Kioto, mantiene que no hay evidencia científica de que el dióxido de carbono provoque el calentamiento del planeta, así que cuando su agencia le llevó la contraria sólo acertó a decir con desprecio que el estudio 'no es más que un producto de la burocracia'. Y no se ha hablado más de ello.
Dentro de unos días se hará público el informe de la Comisión para la Cooperación Medioambiental en Norteamérica, del que ya se ha filtrado una de las conclusiones. Afirma que desde que se inició la liberalización, las emisiones de dióxido de carbono han crecido por encima de las peores previsiones. En concreto, un 20%desde 1995 hasta 2000. Es probable que cuando se oficialice este informe sea considerado 'otro fruto de la burocracia' y se siga adelante con las propuestas, no burocráticas, de la agencia.