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Columna
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Nubarrones

Amenazas terroristas sobre EE UU, la situación de Oriente Próximo, el conflicto India-Pakistán, posible caída del dólar. Carlos Solchaga ve demasiados nubarrones como para pensar en recuperación

La rápida reacción al mazazo que supusieron los acontecimientos del pasado 11 de septiembre por parte de las autoridades estadounidenses poniendo en marcha políticas monetarias y fiscales inequívocamente expansivas hizo que la mayoría de los analistas se inclinara por la opinión de que la segunda parte del año actual sería testigo de una clara recuperación de la economía norteamericana que gradualmente se extendería a la economía internacional.

Claro que tal vaticinio estaba basado en algunos supuestos de entorno que no se están cumpliendo totalmente. Por ejemplo, todo el mundo estaba de acuerdo en que la incertidumbre podría realimentarse si, porque hubiera nuevos atentados o por otras razones conexas, volviera el temor a los ciudadanos de Estados Unidos y algo de eso parece estar pasando conforme éstos van adquiriendo conocimiento del deficiente funcionamiento de sus órganos de seguridad (CIA, FBI y otros) o cuando la Administración Bush parece querer tapar sus responsabilidades en esta materia antes del 11-S con respuestas desproporcionadas de reformas administrativas de las funciones de seguridad o exagerando vanamente posibles amenazas futuras, poniéndose la venda antes de la herida, como parece ocurrir con la detención del ciudadano puertorriqueño Padilla.

Otro supuesto habitual era que el conflicto bélico se circunscribiría a Afganistán. Sin embargo, la amenaza de intervención sobre Irak no ha sido desechada, sino tan sólo aparcada hasta el próximo otoño. La situación de Oriente Próximo continúa amenazante y lenta, pero significativamente Estados Unidos se está implicando en la lucha antiterrorista contra los musulmanes en las islas Filipinas. Para no hablar de la incertidumbre que genera un posible conflicto entre la India y Pakistán.

Entre las cosas previstas en el caeteris paribus estaba que no habría otras razones que las macroeconómicas para aumentar la incertidumbre en Wall Street u otros mercados de capitales. Sin embargo, las oleadas sucesivas de percepción de malas prácticas contables y de gobernación de las empresas después del fenómeno inicial de Enron-A. Andersen ha echado por los suelos tal supuesto. Los ahorradores desconfían de los valores en los mercados y empiezan a estar persuadidos de que, antes o después, se conocerán nuevos casos de malas prácticas, como ya está ocurriendo, porque éstas están más generalizadas de lo que se creía.

Finalmente otro nuevo frente de borrascas se anuncia en el horizonte y sobre el que no muchos habíamos llamado la atención: la posibilidad de una caída fuerte del dólar que alejaría el capital extranjero si llegan a anticiparla los mercados de capitales norteamericanos, lo que tendría un efecto muy negativo sobre el Dow Jones y sobre la confianza de los consumidores de aquel país y podría tener consecuencias impredecibles a nivel internacional añadiéndose a los que van generándose en el continente latinoamericano ante la pasividad e ineficacia del Fondo Monetario Internacional.

Por todo ello, vemos cómo el segundo semestre del año se nos echa encima y no aparecen signos claros de una recuperación económica incontrovertible: demasiados nubarrones.

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