Sin rastro de los cazadores de gangas
Han naufragado. O se los ha tragado la tierra. Los míticos cazadores de gangas, los que siempre aparecen en los mercados de acciones cuando más cruda es la realidad, cuando los pequeños inversores y los gestores de abolengo capitulan, han desaparecido sin dejar rastro.
Cuentan los viejos observadores que este fenómeno no augura nada bueno para las Bolsas. Primero, porque los cazadores de gangas siempre aportan liquidez al mercado justo cuando éste más lo necesita. Segundo, porque contribuyen, con harta frecuencia, a cambiar el sentimiento general dominante. Si ellos compran, dicen los bolsistas avezados, por qué no comprar el resto de los participantes.
La extrapolación del caso nos llevaría, por tanto, a una Bolsa que aún no ha agotado el recorrido a la baja, porque si quienes son afamados especuladores no intervienen es porque no consideran atractivos los precios. Es decir, apuestan por nuevos descensos.
Desde hace seis semanas se ha observado que la tendencia a la baja se impone a marchas forzadas, pese al empeño de algunos analistas en definir la situación como movimiento lateral. Tendencia que ha obligado a los gestores más dinámicos a tomar cartas en el asunto y a establecer nuevas bandas teóricas de fluctuación de los índices.
Llevados por el pesimismo dominante, los voceros de renombre ya se apresuran a apostar por recorridos de los mercados de acciones por debajo de los mínimos del 21 de septiembre.
Hay en la coyuntura actual, así, una repetición de jugadas que autoalimentan el sentimiento negativo. El centro de atención son los resultados de las empresas y las expectativas de futuro. Aunque se ponen paños calientes, la realidad es que las valoraciones siguen siendo en muchos casos excesivamente elevadas.