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Inversiones

El avance de la crisis en Brasil provoca serios temores en Suramérica

El magnate financiero George Soros advirtió la pasada semana que ¢habrá §default§ (suspensión de pagos)¢ si el candidato del Partido de los Trabajadores triunfa en las elecciones del 6 de octubre. Sin embargo, el respetado ex ministro de Economía brasileño Delfim Netto no cree que el problema sea el candidato izquierdista, sino la economía y una deuda externa de 290.000 millones de dólares. Una extensión de la crisis de Argentina a Brasil podría desatar una debacle de la deuda regional mucho más dañina que la de 1982.

Hace apenas tres semanas, los directivos del Fondo Monetario Internacional reafirmaban, con alivio y con orgullo, sus pronósticos de que la crisis de Argentina no había traspasado las fronteras de ese país. Pero los hechos, que suelen ser más tercos que los deseos, han desmentido esta visión del FMI.

Desde enero pasado, la moneda de Brasil, el real, ha perdido 18,7% de su valor frente al euro y 13,43% ante el alicaído dólar. Desde marzo, en sólo 70 días, el índice de riesgo-país elaborado por JP Morgan ha pasado de alrededor de 700 puntos básicos a casi 1.200, en una clara muestra de que un principio de pánico financiero ha comenzado a ganar a los mercados.

La producción industrial ha caído 3,91% en el primer trimestre del año, reflejando de manera directa el impacto de la crisis argentina. Brasil exportaba, hasta el año pasado, el 20% de sus manufacturas al socio del Mercosur. Con el derrumbe argentino, esas exportaciones se han reducido un 70%, castigando a la telefonía, los calzados y a los automóviles. Desde otra vertiente, el pinchazo de la burbuja bursátil de las telecomunicaciones en Estados Unidos y Europa también está golpeando con dureza a la economía brasileña, ya que el ingreso de capitales al sector telefónico se ha desacelerado significativamente.

Sin embargo, la coyuntura política parece dominar, fuera de Brasil, los intentos de explicación de la crisis en marcha. Las encuestas, que otorgan un 40% de la intención de voto a Luiz Inacio Lula da Silva, el líder y candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores, es vista como la causa fundamental de la creciente fuga de capitales que se expresa a través de la liquidación de los títulos de la deuda, y la consiguiente caída del real.

Pero, en Brasil, el problema no se ve de la misma manera. El ex ministro de Economía, Delfim Netto, afirma que se trata de 'una tragedia anunciada'. Para Netto, que dirigió la economía en la fase final de la dictadura militar a finales de los setenta, la crisis 'comenzó a mediados de abril, cuando el mercado demostró que ya no estaba dispuesto a financiar la deuda del Gobierno'. A finales de ese mes fue cuando se conocieron los primeros informes negativos de los bancos Morgan, ABN Amro, Boston y Merrill Lynch.

La deuda, en primer plano

El profesor de la Fundación Getulio Vargas, Paulo Nogueira, explica, al igual que Netto, que la desestabilización brasileña tiene raíces económicas y financieras. 'Brasil tiene una voluminosa deuda externa, con vencimientos de muy corto plazo, que se concentrarán sobre todo el próximo año', explica Nogueira. Con más precisión, Netto alerta que 'la deuda se está concentrando en el primer trimestre de 2003, con la inauguración de un nuevo Gobierno. Eso instala el pánico en el mercado'.

En este sentido, cualquiera sea el nuevo presidente, Lula o el oficialista José Serra, quien marcha muy por detrás en los sondeos, la situación se torna muy difícil. El 28 de mayo pasado, la agencia calificadora de riesgo Moody's dijo en un informe que estaba más preocupada por la deuda que por el resultado electoral. Sin duda, una victoria de Lula haría más complicado el cuadro, ya que es un crítico, aunque moderado, del FMI. Pero la clave, en opinión de los analistas, está en cómo afrontará el país el pago de los vencimientos del primer trimestre de una deuda externa pública de 290.000 millones de dólares. A la que deben añadirse unos 80.000 millones de deuda interna, nominada en reales, pero atada a la evolución del tipo de cambio y del tipo de interés referencial (tasa Selic). En la medida que el real se deprecia y los tipos no bajan del 18,5% (frente al 6% en México), la deuda se hace cada vez más voluminosa.

Un elemento que diferencia el cuadro brasileño del argentino es que el 80% de la deuda externa está en poder de tenedores brasileños y que el 95% de la deuda interna está suscrita por bancos locales. Esto hace que, teóricamente, el riesgo para el mercado financiero sea menor, y mayor la posibilidad de manejar una solución para el problema. Pero, de cualquier manera, la suma de ambas deudas supone el 74% del PIB de Brasil. Para el ex economista jefe del Banco Mundial y premio Nobel, Josep Stiglitz, 'la crisis de Argentina es la misma que la del Sureste asiático y puede extenderse a Brasil'.

En agosto del año pasado, un análisis del Financial Times recordaba que la relación entre la deuda externa y el PIB pasó del 22% en 1994 al 72% en 2001. Con reservas actuales de unos 36.000 millones de dólares, Brasil difícilmente podría hacer frente a una fuga masiva de capitales. Pero la peor consecuencia de un ataque de pánico respecto de Brasil, sería una extensión de la retirada de capitales de América Latina, esto es, un efecto dominó sobre toda la región. Incluido el efecto político de una crisis que sería muy superior a la provocada por el impago de la deuda mexicana de 1982.

Sin embargo, el ministro de Economía, Pedro Malán, cree que 'las percepciones del riesgo en Brasil son flagrantemente exageradas. Sus palabras no logran calmar a los mercados. El martes, el Gobierno no pudo colocar todos los títulos que licitó con vencimiento 2 de octubre, antes de las elecciones. La desconfianza va en aumento.

El Gobierno apuesta todo a una coalición para frenar a Lula

 

 

La única y última esperanza del presidente Fernando Henrique Cardoso y de los grandes capitales externos y locales está puesta en una mujer: Rita Camata.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A mediados de la semana próxima, en la convención de su partido, el PMDB (Movimiento Democrático Brasileño), la nueva estrella política de Brasil sabrá si podrá integrar la fórmula presidencial con José Serra, el candidato del Partido Socialdemócrata (PSDB) de Cardoso. Serra marcha bien por detrás de Lula en las encuestas. Apenas un 21% de intención de voto contra el 40% del líder izquierdista. Camata, de 41 años, debe lograr el voto favorable de la convención del PMDB para acompañar a Serra como aspirante a la vicepresidencia y, así, comenzar a dar la vuelta a las preferencias de los brasileños. El reciente ascenso político de Camata, de 41 años, no estuvo basado en los resultados de su actividad parlamentaria, sino en su belleza, de acuerdo con los consejos del director de campaña de Serra, Nizan Guanaes. 'No es ninguna falta de mérito ser mujer y ser linda. No por ser rubia a una se la puede considerar burra', se defendió hace pocos días la posible candidata. No se conocen más definiciones políticas de Camata.

 

 

 

 

 

 

 

Pero esta esperanza del oficialismo no ha logrado, hasta el momento, frenar el ascenso de Lula. Desde la caída en marzo de la favorita electoral, Roseana Sarney, el candidato del PT ha pasado del 25% al 40% de la intención de voto en las encuestas. El FMI y la banca temen a Lula no tanto por su programa de limitadas críticas al modelo neoliberal, sino por la dinámica social y política que podría crear un triunfo del PT. Lula ha prometido encarar una reforma fiscal en un país de altísima evasión y priorizar los presupuestos sociales. Pero, al mismo tiempo, promete mantener la estabilidad monetaria y los compromisos financieros y de la deuda brasileña.

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