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Tribuna
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¿De qué beneficios hablamos?

El fuerte descenso (para algunos ya un crash) de las Bolsas mundiales en las últimas semanas ha llevado a la mayoría de los índices a los niveles más bajos tras los atentados del 11 de septiembre. La fuerte incertidumbre social y económica tras aquel día se tradujo en una caída libre de los mercados. Ahora, en un contexto de recuperación económica las Bolsas vuelven a los niveles resultantes de la mencionada bajada. ¿Cuál es la diferencia entre ambas caídas? Simplemente, la razón última de las ventas por los inversores.

En septiembre los inversores buscaron la liquidez ante un suceso inesperado, y con hipotéticas dramáticas consecuencias. Ahora, están más preocupados por la propia solidez de las empresas. O mejor dicho, les preocupa no conocer realmente en qué estado se encuentran.

La confianza siempre está detrás de la inversión en Bolsa. Se trata de la confianza en el crecimiento de la compañía. O también en que el pago actual de dividendos se puede mantener en el futuro. Naturalmente, esta confianza se fundamenta en estadísticas sobre la compañía y sus proyecciones. Preguntas tan sencillas como: ¿cuáles son sus beneficios?, ¿de dónde vienen? tienen que ser fáciles de responder. Sin embargo, ahora la pregunta más frecuente entre los inversores es: ¿son reales sus beneficios?

Dudar de la contabilidad de las empresas es dudar de la esencia misma de las Bolsas. El caso de Enron ha sido el inicio de estas dudas. Después, en mucha menor escala, algunas compañías en EE UU han revisado a la baja sus beneficios pasados. Para complicar más la situación, hemos podido leer propuestas en el mercado para cambiar la definición de los beneficios empresariales. También para aumentar el control de las empresas, por ejemplo, aumentando en número de consejeros independientes y dándoles más importancia. El último caso conocido en este sentido ha sido la propuesta de la Bolsa de Nueva York, que se votará en agosto.

Antes de las dudas actuales sobre la contabilidad, las mayores críticas que recibían las empresas se referían a la forma de presentar sus resultados. Por un lado, los tan criticados resultados pro forma (también denominados recurrentes u operativos) que más tarde podían o no coincidir con los beneficios finales oficiales. No existía regla estándar para elaborar estos resultados, de forma que tampoco para comparar los presentados por varias compañías. Además, y esto sigue, la generación de expectativas en los mercados por las empresas supone otro objeto de crítica. Pongamos un ejemplo: imaginemos que los analistas esperan que los beneficios por acción de una compañía en el primer trimestre sean de un dólar; antes de su publicación, la propia compañía los recorta a 0,75 dólares; su publicación definitiva es de 0,80. Estos datos ¿son positivos o negativos? Resultan más bajos que los previstos inicialmente, pero mejores que los adelantados por la propia compañía. Es como una sorpresa positiva, pero inducida por la compañía.

Vamos a tener que acostumbrarnos a vivir con las dudas sobre la contabilidad de las empresas durante algún tiempo. Ahora bien, esto va a llevar a mayor clarificación y transparencia en la situación de las empresas en el futuro. Además, nosotros no pensamos que las malas prácticas contables sean habituales entre las compañías de EE UU. Desde luego, casos como el de Enron son excepción más que norma. Partiendo de esto, sería interesante analizar la evolución de los beneficios empresariales en los últimos meses. Es la mejor forma de adelantar su comportamiento futuro.

Considerando las compañías que componen el S&P 500, el descenso del beneficio por acción el año pasado fue superior al 20%. Su descenso se apoyó en un recorte del gasto de inversión por las empresas, ante un exceso de capacidad de producción. El descenso de los inventarios fue la respuesta ante un panorama cada vez más complicado.

Esto explica por qué las mayores caídas de los beneficios el año pasado se centraron en los sectores de crecimiento. Todo lo contrario a lo visto en el primer trimestre. Los resultados de las compañías en los primeros meses de este año han tenido una lectura negativa en los mercados. Quizá se esperaba una recuperación más obvia, y sobre todo, que finalizaran las revisiones a la baja en las expectativas de resultados (los conocidos como profits warnings). En términos anuales, el descenso de los beneficios por acción ha sido superior al 10%. Pero del 3,9 % si la comparación se realiza sobre los últimos meses del año pasado y 16% en tasa anualizada.

Esto explicaría la aparente contradicción entre la evolución del PIB y de los beneficios en los primeros meses del año: el 5,6% del crecimiento del PIB sería compatible con el 16% comentado. Pero hay más, como que si la comparación de los beneficios se hace una vez descontados los impuestos, la subida anterior se convertiría en un 30%.

Avancemos más, aunque bajo el riesgo de ser influidos por lo que comentábamos anteriormente como las expectativas inducidas por las empresas. Así, según nuestros datos, el primer trimestre un 54,6% de las empresas mejoró las previsiones de beneficios del mercado. Por el contrario, los porcentajes de las que confirmaron o quedaron por debajo de las previsiones fueron el 15,7% y 29,7%. En los últimos meses del año, las relaciones anteriores fueron del 48%, 19,8 % y 31,4 %. Los cambios con los porcentajes del tercer trimestre son bastante claros, aunque matizables ante el impacto de los atentados del 11 de septiembre. Estamos hablando del 35,2 %, 17% y 47,8%, siempre siguiendo el orden inicial.

Por último, sólo resaltar el diferente comportamiento de los beneficios según que el origen sea doméstico o foráneo. En el primer caso, el primer trimestre los beneficios habrían crecido más del 60% anualizado. Una cifra similar, pero negativa, sería la evolución de los beneficios que las compañías de EE UU han obtenido del exterior.

En conclusión, poco podemos aportar para reducir las dudas entre los inversores sobre la contabilidad de las empresas. Sólo el paso del tiempo podrá eliminarlas. Al final podemos sacar una consecuencia positiva de toda esta incertidumbre, como lograr una mayor transparencia y control empresarial.

Por el contrario, y partiendo de los beneficios reportados en los primeros meses del año, su lectura no puede ser más que positiva. Se pueden considerar como el punto de inflexión para su recuperación durante el resto del ejercicio.

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