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Futuro
Columna
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El consumismo que viene

El 'Yo sólo sé que no sé nada' de Sócrates es un buen punto de partida en la situación financiera. Santiago Satrústegui no entiende cómo los planteamientos socráticos no han calado aún en otros campos

Los mercados se encuentran cada vez más cerca de demostrar definitivamente que los inversores (profesionales incluidos) se dividen solamente en dos tipos, los que no saben lo que van a hacer las cotizaciones y los que no saben que no lo saben. Alcanzado ese punto, asumir que es imposible predecir la evolución del mercado aportará a algunos inversores una ventaja marginal respecto al resto. 'Yo sólo sé que no sé nada' es un buen punto de partida.

Pero mientras redescubrimos a Sócrates en su vertiente financiera, volvemos a visitar los niveles de los índices a los que tantas veces hemos dicho 'hasta nunca', pero que desde hace cinco años insistentemente reaparecen delante nuestro haciendo bueno el dicho de que en Bolsa salen trenes todos los días.

Recurrir al pasado ya no sirve para explicar el futuro. Igual que 'nadie puede bañarse dos veces en el mismo río'como ya anticipó Heráclito (uno de mis favoritos), esta crisis no tiene por qué desarrollarse igual que ninguna de las anteriores. La incertidumbre es, por tanto, cada vez más profunda.

Sorprende que otros campos permanezcan insensibles a los planteamientos socráticos y que la duda ofenda, aunque se utilice de manera metódica al estilo cartesiano. Los inmuebles, por supuesto, siempre suben y además si no se venden no se pierde. Costes de oportunidad aparte, veremos hasta dónde llega la recesión y esperemos que no tengamos que descubrir empíricamente que los ladrillos también caen, sobre todo si se elevan lo suficiente. ¿Newton?

Todavía no hemos empezado, prácticamente, a disfrutar de la crisis económica. Cuando un ejecutivo vaya a ver a su jefe para hablarle de algunas compañías que le están persiguiendo y éstas empiecen a ser la del teléfono, la de la luz, la del agua y, sobre todo, la entidad financiera con la que éste tiene la hipoteca, en lugar de las empresas de su competencia, notaremos un impacto mucho más directo en la economía real, vivienda incluida.

Algunos visionarios ya nos anticipan de que tenemos por delante una etapa prolongada de consumismo, pero puede que esta premonición sea incluso demasiado optimista.

Seguir con-su-mismo sueldo, con-su-mismo coche y con-su-misma casa lo firmarían ahora mismo un montón de interesados y además harían un buen negocio.

Pero a pesar de que el con-su-mismo es ya mucho más una utopía que un mal menor para una gran cantidad de trabajadores en todo el mundo, aquí estamos a punto de afrontar el coste de una huelga general para defender el derecho a no trabajar de los parados.

Terminar una partida de mus viendo un órdago guarrindongo a la chica es un duro golpe para el caché de los ganadores, aunque sus contrarios vayan con las del perete.

Y es que, cuando se está a falta de una y al contrario le llevamos zapatero, sólo se puede envidar con 31 de mano. Son las servidumbres de las autolimitaciones en los mandatos.

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