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Columna
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La inocencia y reputación de los bancos centrales

Las declaraciones que han explicado las últimas decisiones de los bancos centrales de EE UU y de la UE han vuelto a proporcionar motivos de reflexión a la comunidad de analistas económicos.

El Banco Central Europeo (BCE), apenas parece que se ha consolidado el crecimiento económico, ya ha manifestado que está dispuesto a combatir cualquier signo temprano de inflación. Por su parte, en EE UU, donde los contradictorios indicadores económicos ofrecen la posibilidad a los mercados de reaccionar y contrarreaccionar, la Reserva Federal, en palabras de su presidente, parece también tener la vista puesta en cualquier síntoma inflacionista que pudiera aparecer en el horizonte. Sin embargo, dada la reputación de sus respectivos presidentes, sus declaraciones deben interpretarse de diferente manera.

El BCE se encuentra con la dificultad de tener que ganarse la credibilidad de sus actuaciones, que implica que tanto sus decisiones como sus declaraciones deben transmitir a los agentes sociales la confianza de que el objetivo de inflación se va a conseguir y, por tanto, ajustar las variables nominales que le competan a cada uno. En realidad, es este último logro el que permite que se alcance el objetivo de inflación. Otra dificultad del BCE está en la delimitación de los pilares en los que basa su diagnóstico.

Los cambios financieros diluyen la información que dan las variables monetarias. Esto es especialmente cierto hoy, ya que no hay fronteras financieras para los instrumentos de ahorro ni para los medios de pago. La última dificultad del BCE ha estado en su actual -y saliente- presidente, Wim Duisenberg, al que se adjudicó desde el principio la reputación de escasa diplomacia, sino de análisis no fino. Por tanto, parece que la demandada credibilidad de los bancos centrales está muy determinada por la de las personas de sus presidentes.

El caso antagónico es el presidente de la Reserva Federal de EE UU, Alan Greenspan, que con declaraciones siempre de difícil interpretación y con una base de las decisiones monetarias 'mirando a todas partes', más que en pilares definidos tiene credibilidad asentada.

Las recientes declaraciones del BCE se explican, además, por la primacía del objetivo antiinflacionista. La conclusión, por lo tanto, parece ser que las palabras de Duisenberg deben creerse. Es decir, que las expectativas inflacionistas pueden estropearse en Europa, dadas las subidas de los precios del petróleo, y dada la posibilidad de que las rentas salariales deseen internalizar las subidas de precios del primer trimestre. Así pues, no es descartable que los tipos de interés en Europa suban antes del verano.

En el caso de la Reserva Federal, la situación es menos clara. Por un lado, no hay certeza de la recuperación económica, a pesar de que los últimos datos de crecimiento del PIB (5,8%) y de la productividad (8,6%) hayan sido esperanzadores.

El hecho de que los beneficios empresariales estén en niveles bajos y que la inversión en bienes de equipo esté deprimida ponen sombra al optimismo. Además, la inflación se encuentra en niveles reducidos y todavía hay analistas que consideran que hay que temer el riesgo de un nuevo bache en la actividad o incluso mencionan la posibilidad de deflación. Hay que tener en cuenta que la Reserva Federal hace frente no sólo al objetivo de estabilidad de precios, sino también al crecimiento económico.

En este caso, las alternativas de política económica son reducidas; especialmente los tipos de interés se encuentran en mínimos desde hace 40 años (1,75%).

Puede que algún analista haya recordado la situación que sufre Japón desde hace cuatro años. Y es posible que las palabras de un Greenspan anticipando (en un horizonte no definido) subidas de precios puedan ser un factor de estímulo. Por lo menos para que los productores no sigan desacumulando inventarios (que fue uno de los factores de recesión y cuyo freno explica parte del reciente crecimiento del PIB).

Esto podría dar sentido a las últimas declaraciones de Greenspan, cuando ha hablado de 'riesgos equidistantes entre debilidad e inflación'. Sus palabras pueden no haber sido inocentes y contribuir a la credibilidad de la Reserva Federal, de forma que la recuperación se afiance antes de que las perspectivas de inflación requieran una subida de tipos.

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