El párroco Bonilla niega ser testaferro de Gescartera
En su primera declaración ante la juez que instruye el caso, Teresa Palacios, Bonilla sólo reconoció haber invertido 40 millones de pesetas (240.000 euros) a principios de los años 90, un dinero del que nunca se preocupó, del que no explicó su procedencia y con el que quería crear una fundación para beneficio de mujeres, niños y sacerdotes retirados, según fuentes jurídicas.
Además, insistió en que nunca supo que formaba parte de este grupo de clientes "especiales" de Gescartera a los que se le apuntaban minusvalías, operativa contable con la que la agencia de valores pretendía tapar su alarmante situación patrimonial, además de beneficiar fiscalmente a los clientes.
Al párroco de Castillo de Garcimuñoz se le llegaron a apuntar unas minusvalías de 2.000 millones de pesetas (12,1 millones de euros), aspecto que conoció por la prensa tras la intervención de la agencia por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, según dijo hoy.
De la actividad de Gescartera, según declaró, no sabía nada, ni conoció a ninguno de sus responsables de la agencia de valores, salvo al propietario, Antonio Camacho, con quien se reunió, curiosamente, la víspera de la intervención de la agencia, el pasado 8 de junio.
Las declaraciones del párroco, que se considera un perjudicado como cliente de Gescartera, se contradicen con otras que han formulado en el propio juzgado testigos e imputados, y que le señalan como un "testaferro" de la agencia, es decir, la persona que figuraba como propietario de unas cuentas que no le pertenecían.
Así, un antiguo operador de Gescartera, Marcos Quevedo, reconoció haber apuntado las pérdidas de una compraventa de derivados al párroco Teodoro Bonilla al que calificó posteriormente de "testaferro".
El propio Antonio Camacho mencionó en una de sus declaraciones que Bonilla era un experto bursátil y fiscal y que sabía lo que estaba sucediendo.