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Revista de Prensa

La marcha atrás de Estados Unidos

Las esperanzas del presidente George Bush de obtener el permiso del fast track [antigua denominación de la Autoridad para la Promoción Comercial, conocida, por sus siglas en inglés, como APT] necesario para negociar una nueva ronda de acuerdos comerciales se han mantenido vivas gracias al compromiso alcanzado por su Gobierno con el Senado estadounidense.

El trato, que incluye ceder a las demandas de los demócratas en favor de más ayudas a los trabajadores desplazados por la competencia internacional, sólo ha servido, sin embargo, para frenar que una situación difícil derive hacia un desastre (...).

George Bush es el principal culpable. En lugar de asumir el liderazgo, ha entregado el control de su agenda al Congreso y ha capitulado ante las demandas proteccionistas de los lobbies (...).

Después de todo esto, ¿merece la pena el fast track? La respuesta es sí (...). Sin embargo, una legislación que ate las manos de los negociadores estadounidenses o fije condiciones previas demasiado rígidas sería casi tan mala [como no obtener el fast track]. Ningún país querría negociar con Washington si insiste en imponer acuerdos en sus propios términos. El Congreso debe admitir el sinsentido de tal planteamiento y aprobar una ley de fast track sin ataduras (...).

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