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Tribuna
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Holanda , tolerancia en las elecciones

Después del asesinato del político neerlandés Pim Fortuyn el pasado 6 de mayo, cerca de Amsterdam, la opinión pública está poniendo en entredicho si la tan conocida permisividad y tolerancia de la que hacen gala los holandeses les caracteriza realmente en todos sus actos.

Las últimas encuestas daban al partido de Fortuyn como el más votado y, por tanto, sus resultados en las próximas elecciones iban a facilitarle una más que significativa presencia en el Parlamento. Ahora, todo es una incógnita.

Pero la realidad del pueblo holandés es distinta a la que, en muchas ocasiones, se transmite fuera de sus fronteras. La gente está descontenta con su imagen de exceso de permisividad. Y la verdad es que los Países Bajos se caracterizan por tener las leyes más liberales en Europa en temas como la inmigración, las drogas, la prostitución, el matrimonio entre homosexuales o la eutanasia.

El Estado del bienestar en los Países Bajos tiene su cara y también su cruz. Después de casi dos décadas de éxito económico, basado en una política de consenso entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos, ahora el país empieza a mostrar síntomas de crisis: aumento del paro, mayor inflación y reducción de crecimiento.

Los ciudadanos se sienten cada vez menos identificados con los políticos de su país y la consecuencia de esto es que la participación en las elecciones es cada vez menor, pues los votantes no ven reflejados sus intereses en las propuestas de la clase política.

Además, existe una sobrerregulación en muchos aspectos; la seguridad social contempla menos prestaciones que en el pasado, el sistema educativo ya no tiene la misma calidad ni la misma garantía que antes.

Por si fuera poco, el índice de criminalidad ha crecido y, a la vez, hay menos protección ciudadana. En este sentido, hay un dato muy clarificador: de los 1,3 millones de delitos cometidos, sólo 300.000 han sido investigados por las fuerzas de seguridad. Y, por último, hay más de 60 tipos de impuestos que gravan los recursos y los bienes.

En definitiva, un país que suele guardarse para sí sus emociones está empezando a hartarse y a perder la paciencia ante el futuro poco halagüeño que le aguarda.

En una encuesta realizada el pasado día 8 de mayo por una cadena de radio nacional, el 69% de los encuestados afirmaron que de alguna manera los medios de comunicación eran cómplices de la muerte de Fortuyn. Ahora, tras los trágicos acontecimientos del pasado 6 de mayo, la opinión pública se hace eco de que los medios de comunicación en los Países Bajos forman un grupo sólido con los políticos del Gobierno mayoritariamente socialista. Esta situación ha fomentado la creación de un ambiente hostil contra el polémico Fortuyn, encasillándole erróneamente en la extrema derecha.

La escasa superficie y la excepcional densidad de población explican la apertura económica del país, una nación históricamente comerciante. Aunque el promedio del número de habitantes por kilómetro cuadrado en los Países Bajos es 466 -casi seis veces superior a España (79)-, todo el oeste del país supera los 1.000. Estos hechos, combinados con la multitud de culturas (el 10% de la población es no occidental, y en ciudades como Amsterdam supera el 33%), hacen la convivencia más difícil para los neerlandeses.

Cada año entran en los Países Bajos 40.000 nuevos inmigrantes; es decir, cada cinco años se podría crear una ciudad como Badalona, Móstoles u Oviedo, por ejemplo. En alguna provincia en el sur del país ya hay movimientos que impiden la migración interprovincial para proteger su espacio privado.

La tolerancia es simplemente una etiqueta, pero ya no refleja la realidad. La muerte de Pim Fortuyn ha acelerado el proceso de redescubrir la propia identidad del país. Ciertamente, los Países Bajos no son para nada extremistas, ni de derechas ni de izquierdas. Los holandeses orgullosos de su liberalismo tolerante y democrático sólo quieren vivir en paz y a veces sólo la encuentran fuera de sus fronteras. Como dijo Burke: 'La tolerancia es buena para todos o buena para nadie'.

No les quepa duda de que estas consideraciones van a ser tenidas muy en cuenta por los ciudadanos holandeses a la hora de votar el próximo miércoles.

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