El falso debate de la energía nuclear
Con pocas horas de intervalo hemos podido asistir a un espectáculo inédito entre altos dirigentes de la UE. Por una parte, Loyola de Palacio, comisaria de Energía y Transportes de la Comisión Europea, utiliza un foro destinado a las energías renovables, la Cumbre de Pamplona, para plantear un falso dilema: o se mantiene y se impulsa la energía nuclear o no se cumplirá con los compromisos del Protocolo de Kioto. Inmediatamente es contestada por Margot Wallström, comisaria de Medio Ambiente, quien afirma que para cumplir dichos acuerdos no hay necesidad de incrementar el uso de la energía nuclear.
No es frecuente la provocación de una polémica pública de este calado entre miembros de un mismo equipo de gobierno de la principal institución de la Europa comunitaria, ni es fácil interpretar lo que se cuece entre bastidores para que se llegue a un espectáculo de este calibre. Pero, al margen de las interpretaciones que este hecho suscite, sobre todo las relativas a las presiones que el lobby nuclear pueda estar ejerciendo, que no deben ser pequeñas, no alcanzo a entender el papel de ariete de Loyola de Palacio en la defensa de una opción energética que no parece oportuna ni en la UE ni en España ni es defendida por el PP, que sepamos. Más bien parece que algunos altos responsables de este sector han señalado que la producción de electricidad en nuestro país no va por el relanzamiento de la energía nuclear.
El razonamiento que hace el diario El País, en su editorial del 5 de mayo, en torno a este peculiar debate es que la inviabilidad de la producción de la energía eléctrica nuclear hay que situarla, principalmente, en el plano económico: 'Es dudoso que las compañías eléctricas tengan en estos momentos las disponibilidades financieras necesarias para la construcción de grupos nucleares'.
Aeste argumento podríamos añadir otros como los que esgrime la APPA (Asociación de Productores de Energía Renovables), que dice que es rotundamente falsa la afirmación de la comisaria de Energía, cuando descalifica las energías renovables a las que atribuye unos costes superiores a los que ofrecen las energías convencionales. Este es el núcleo de un debate sobre el que existe una gran ignorancia.
Dice APPA que lo caro para la sociedad es seguir subvencionando vía presupuestos del Estado las infraestructuras gasísticas y petrolíferas, las ayudas al carbón, la reparación de daños de los vertidos del petróleo. Y vinculado al fantasma de la seguridad de las centrales nucleares, está el problema irresoluble del tratamiento de los residuos nucleares. Eso sí, que es caro y lo seguirá siendo durante generaciones.
Por otra parte Greenpeace-España, en su batería de argumentos contra este tipo de energía, ha recordado que el Protocolo de Kioto excluyó de forma explícita la energía nuclear de la lista de medidas para combatir el cambio climático y ha pedido al presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, y al resto de los comisarios que dejen clara su posición con respecto a la expresada por la comisaria de Energía, ya que la nuclear es una fuente de energía obsoleta, en franco proceso de declive en toda la UE.
Todavía podríamos añadir otros muchos argumentos contra esta propuesta casi sorpresiva de sacar del armario la energía nuclear, sobre todo si desempolvamos la experiencia vivida en nuestro país durante el proceso de construcción de centrales nucleares. Algunos de los fraudes tecnológicos y, sobre todo, económicos podrían dejar pequeños a otros de los escándalos que han ocupado y ocupan a la prensa y a la opinión pública española. Pero, sinceramente, no creo que haya que quemar mucha energía en resucitar un debate hoy por hoy agotado.
Es verdad que no sabemos por qué doña Loyola de Palacio se ha tirado a una piscina, al parecer sin agua, ya que su propuesta no ha provocado, afortunadamente, excesivo entusiasmo en sus filas. Algunas razones poderosas debe tener para semejante desembarco. Estaremos atentos a los designios de algunos altos poderes económicos y energéticos, que, como siempre, son inescrutables. Pero parece que negocio, lo que se dice negocio, no es por ahora el relanzamiento de la energía nuclear en España, ni en Europa.
A todo esto sería saludable abrir un debate sin trampas sobre los verdaderos costes de cada opción energética, para ver cuáles son las cifras reales. Tal vez encontremos ahí la explicación de por qué se defienden unas opciones y, al mismo tiempo, por qué otras no se impulsan y son presentadas como no rentables.