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Miradas digitales
Columna
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Abriendo brecha

Corría el 95 cuando algunos dedicábamos nuestros primeros minutos a cacharrear en la línea de comandos de aquella vieja y primigenia distribución de Linux de nombre tan olvidado como sentimental: Slackware. En mi caso fue Raúl Rivero, entonces un joven becario de la Universidad de Oviedo, quien hizo prender la llama de la curiosidad por un sistema operativo 'libre', por cuyo uso no había licencia que pagar y que instalado en un ordenador compatible al uso ofrecía en cualquier prueba resultados abrumadoramente superiores a los sistemas operativos de pago de la época. Eran los tiempos en que Jordi Adell escribía con firmeza los primeros renglones del web español (donde.uji.es/themakingof.html) desde la Jaume I de Castellón con idénticas herramientas. Y si algo había que llamaba la atención en todo aquello era que a la cabeza de la innovación en España no estaban universidades capitalinas o de gran prestigio, sino las que desde la periferia contaban con 'conocimiento', con gentes formadas y aventureras.

Ese espíritu aún permanece en todo lo relacionado con la Red y esporádicamente se manifiesta con inusitada fortaleza. Como si de un olvidado valor de pequeña capitalización se tratara, Linux comienza a manifestarse en España con su verdadero rostro. Y comienza a cotizarse al precio que merece.

Nadie que conozca Linux, un sistema operativo que antaño estuviera reducido a los ojos curiosos de unos pocos entendidos y que ahora ha avanzado hasta ser instalable y manipulable por un niño, entiende lo que ha pasado. Vale... aceptamos Windows como sistema operativo, pero... ¿cómo es posible que viviendo en un país en estado de sitio y encontrando dos tiendas en una misma calle en las que ofrecen un tanque gratis, con manuales, curso de manejo y garantías varias, frente a un bonito y coqueto utilitario que cuesta un dineral, todo el mundo escoja pagar por este último? Porque esa es la situación en la que se enfrentan Windows y Linux. Tan incomprensible como ver cotizar a Viscofan o a Adolfo Domínguez a cuatro euros. Pero el tiempo y la paciencia acaban poniendo las cosas en su sitio.

Desde Extremadura acaban de apostar decididamente por Linex, una versión de Linux personalizada con iconos de la identidad extremeña. Y lo han hecho con la vista puesta en el futuro, un futuro que puede ahorrar miles y miles de euros a las Administraciones que opten por el software no propietario, por Linux, por el software que desvela su código fuente y permite la personalización y la distribución gratuita.

Claro que uno intuye que las ideas políticas que animan al Gobierno que ha tomado esta decisión en Extremadura deberían manifestarse en idéntico sentido en otros territorios donde también dominan y gobiernan. Pero no. En Cataluña ha tenido que ser un partido también de izquierdas, pero más minoritario, el que cogiera la sartén por el mango. Esquerra Republicana ha presentado esta semana en el Parlamento catalán una proposición de ley para la implantación del software libre en la Administración pública de Cataluña (www.internautas.org/article.php?sid=468&mode=thread &order= 0) sabedores de que esa es la mejor vía para fomentar sin dependencias el desarrollo del software en catalán. Y así de paso nos ahorramos todos unas pesetillas.

Habitualmente, unos abren brecha y otros se aprovechan. Aquí nos vamos a aprovechar todos.

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