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Columna
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Solidaridad y seguridad en la UE

Las razones del coto a Le Pen deben encontrarse en el ámbito político, ya que la economía francesa no ofrece un mal panorama en la actualidad. En los últimos cinco años la economía ha crecido a una tasa media del 2,8%, la tasa de desempleo ha descendido desde el 12% al 9%, se ha reducido la jornada laboral a 35 horas, se han reducido ligeramente los impuestos y se ha extendido la cobertura sanitaria a los pobres. Todos estos logros no explican el recambio de Jospin por Le Pen que, además, puede que contribuya a frenar los logros económicos.

Francia necesita avanzar en liberalización económica, que contribuya a mejorar su productividad.

De las razones políticas, es inquietante pensar que los franceses desean que su país salga fuera de la UE, como defiende Le Pen. Puede que se atribuya a la pertenencia a la Unión la práctica de una política tolerante hacia la inmigración, pero es más probable que la insatisfacción por la seguridad y un cierto alejamiento del proyecto europeo hayan impulsado a los votantes a arrimarse a quien proclama que Francia debe ser para los franceses genuinos, lo que sería la 'renacionalización de Francia', según Le Pen. El clamor popular desatado ya ha señalado que 'el remedio buscado es mucho peor que la enfermedad sentida', lo cual hace esperar la rectificación en la segunda vuelta de una precipitada decisión de pataleo.

Los partidos políticos nacionales han tomado nota para reaccionar pertinentemente según sus respectivas posiciones. También es necesaria una reflexión con perspectiva europea. El temor a un antieuropeísmo puede servir de acicate a los políticos de los diversos Estados miembros de la UE, no sólo para que se tomen ésta en serio y se avance en la profundización de su contenido, sino también para que involucren a sus ciudadanos nacionales en el proyecto.

Los datos del último Eurobarómetro (del 17 de abril de 2002) son curiosos y merecen una reflexión. En primer lugar es reseñable el apoyo a la UE, ya que el 54% de los consultados opina que es positivo que su país sea miembro (sólo un 12% piensa que es mala cosa) y la mayoría apoya que la integración sea más rápida que el ritmo actual.

Además, el 60% de los europeos se considera orgulloso de ser europeo; de ellos, incluso, un 10% considera ser europeo antes que su propia nacionalidad.

Una cuestión que llama la atención, a la vista de las elecciones francesas, es que los temas relacionados con la seguridad son los que se consideran más prioritarios: el 90% menciona distintas facetas de los mismos: desde la lucha contra el crimen organizado al tráfico de drogas, pasando por la lucha contra la exclusión social. Además, en esos temas, la mayoría de ciudadanos (90%) opina que deben ser materia de decisión a nivel comunitario, aunque en otras muchas materias (como educación, salud, justicia o seguridad social) se prefiere que las decisiones sean nacionales. Sin embargo, a pesar del apoyo a la construcción europea y a la preferencia de que algunas decisiones se tomen a nivel europeo, no hay satisfacción por la forma en trabaja la Unión, ya que se le achaca falta de democracia.

Constituyen los resultados del Eurobarómetro un input interesante para el debate que está teniendo lugar en la Convención Europea, en el foro de la sociedad civil y en el debate sobre el futuro de la Unión. Los objetivos son varios, pero todos responden al propósito de reflexionar sobre el futuro de la Unión, analizando los tratados constituyentes, las instituciones, las competencias europeas y la división de las mismas entre la Unión y los países miembros. La tercera reunión plenaria de la Convención se celebró a mediados de abril.

Parece sorprendente que las aportaciones de una gran mayoría de sus miembros coincidan con la opinión popular, ya que señalaron como uno de los objetivos principales de la Unión la creación de un área de paz y seguridad, apoyando los principios de democracia, solidaridad y libertad.

En relación con la división de competencias, las posturas fueron diversas, pero también parece poder afirmarse que hay acuerdo en que la Unión se debe responsabilizar de las áreas donde pueda añadir valor, manteniéndose el principio de subsidiariedad en el resto. Llama la atención la escasa difusión que se hace en algunos países de estos debates. Precisamente con ello se contribuiría a acercar Europa a la opinión pública, y serviría para enfatizar que los políticos europeos pueden ser sensibles a los problemas nacionales y que la construcción europea supone ventajas para los ciudadanos.

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