Argentina sólo gana tiempo
El presidente argentino, Eduardo Duhalde, evitó, el miércoles por la noche, que su corto mandato de apenas cuatro meses se truncara abruptamente. Siete largas horas de reunión con los gobernadores provinciales sirvieron para que Duhalde y los demás mandatarios encontraran una salida provisional, y también incierta, para evitar lo peor.
Una renuncia del presidente esa noche hubiera abierto una crisis gravísima. La renuncia del ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, tras la negativa del Congreso a aprobar una ley para sancionar la devolución de bonos a largo plazo a los ahorradores atrapados en el corralito, puso en vilo al país, al FMI y al Gobierno de Estados Unidos. Toda la ardua negociación de cuatro meses parecía precipitarse en el abismo. Las protestas populares en ascenso, que ese día habían llegado hasta las puertas del Palacio Legislativo, junto con la presión de los gobernadores de las provincias más importantes, Córdoba y Santa Fe, convencieron a la cúpula política del país de que había que evitar el vacío de poder.
La base para el acuerdo sobre el cual Duhalde sigue en su cargo ha sido una suerte de carta de intenciones del futuro Ejecutivo que el presidente se apresta a formar. El eje del plan económico de 14 puntos convenido consiste en la aplicación de un tipo de cambio fijo transitorio y en una serie de medidas exigidas por el FMI, que han sido bien recibidas por Washington. Pero la gran pregunta es cómo se instrumentará esa receta contradictoria de bajada y subida de diversos impuestos, reducción y aumento del gasto público y de protección de los ahorradores y de los bancos al mismo tiempo. En segundo lugar, el otro interrogante fundamental es quién será el hombre que lleve adelante, desde el Palacio de Hacienda, semejante misión. Y, por último, pero todavía más importante, sobre qué base política y social se estructurará el Gobierno remozado y este nebuloso programa económico.
Con una economía desquiciada, cuyos principales indicadores no cesan de caer en picado; una situación social insostenible, con la mitad de la población en situación de pobreza y en contra de los políticos tradicionales, y un sistema financiero técnicamente en quiebra, las respuestas a esas preguntas son difíciles de responder. En principio, el único hecho alentador para el Gobierno es la aprobación, ayer, de la denominada ley tapón, para evitar que continúe la salida de fondos de los bancos con una resolución judicial en primera instancia. Por lo demás, la incertidumbre planea por encima del Gobierno, de manera incluso más seria que antes de la crisis de esta semana.
Contra lo que proclaman los portavoces oficiales, la situación de Duhalde dista de haber mejorado. Por el contrario, su margen político de maniobra es infinitesimal. Si los 14 puntos no se transforman rápidamente, en pocos días, en un programa viable, las elecciones anticipadas están a la vuelta de la esquina.