¡A las armas, ciudadanos!
Nunca desde el 18 Brumario las estrofas de La Marsellesa han cobrado tanta actualidad. Ante los increíbles resultados del domingo en Francia, todas las fuerzas políticas republicanas se han comprometido a votar al actual presidente de la república, el neogaullista Jacques Chirac, para impedir el acceso al Elíseo del líder de la ultraderecha gala, el antiguo paracaidista en Indochina y Argelia, Jean-Marie Le Pen. Socialistas, comunistas, trostkistas y verdes han recordado la receta política de Clemenceau y se han tragado el sapo al pedir a sus huestes el voto para el candidato del centro-derecha el 5 de mayo en la segunda vuelta de las presidenciales. La situación lo requiere. Aux armes, les citoyens. Hay que defender los valores tradicionales republicanos frente a las hordas neofascistas que los amenazan.
Salvo imprevisible nuevo cataclismo, Chirac arrasará en la segunda vuelta gracias a esa unidad contra el Frente Nacional de Le Pen. El problema se planteará en junio, cuando los franceses elijan una nueva Asamblea Nacional. Ahí sí puede Le Pen hacer daño, irónicamente gracias a la decisión del socialista François Mitterrand de cambiar el sistema electoral para reducir las posibilidades de triunfo de su entonces rival a la presidencia, el actual inquilino del Elíseo. Al reintroducir el sistema proporcional, Mitterrand logró que Chirac no ganara, pero también abrió las puertas de la Asamblea a Le Pen.
¿Qué puede pasar el 9 y el 16 de junio? De acuerdo con la ley modificada por Mitterrand, todos los candidatos que obtengan más del 12,5% de los votos el 9 de junio competirán en la segunda vuelta una semana más tarde en los distritos donde no haya un ganador por mayoría absoluta. Dado que cada partido volverá a concurrir por separado, -la unidad para el 5 de mayo termina ese día-, el daño que puede hacer Le Pen es considerable. Los resultados del domingo son preocupantes. El Frente Nacional se ha convertido en el partido mayoritario en nueve de los 22 departamentos, en un arco que abarca el norte -cuna del movimiento obrero francés-, el este, incluida Alsacia-Lorena, región donde casi no hay emigrantes, y el sur, donde se ha vuelto a reafirmar su implantación en torno al área de Marsella. No se sabe cómo jugará Le Pen sus cartas y hacia quién votarán sus partidarios en la segunda vuelta de las legislativas. Nadie está seguro. Ni siquiera Chirac, verdadera bestia negra para Le Pen, quien le considera un traidor a la Francia eterna, la de Juana de Arco, Luis XIV y Napoleón.
Lo ocurrido el domingo constituye un voto de censura sin precedentes a los partidos tradicionales. Chirac ha recibido menos votos (19%) que los candidatos de la extrema derecha, Le Pen y Megret (20%). En cuanto a la izquierda, el naufragio ha sido total, los socialistas con Jospin han perdido dos millones y medio de votos y los comunistas de Hue, uno y medio, lo que arroja una pérdida total de cuatro millones con relación a 1995. Y lo que es más grave. El aumento de votos de la extrema derecha se hace a costa de los votantes tradicionales de la izquierda, jóvenes, obreros y parados, donde el mensaje xenófobo y del miedo a la ìnseguridad ciudadana predicado por Le Pen ha calado hondo.
El problema Le Pen no es sólo francés, sino europeo. Arrancó en Austria y se contagió a Bélgica, Holanda, Dinamarca e Italia. Y seguirá extendiéndose si los políticos de los Quince siguen sin dar solución a los problemas reales que preocupan a los ciudadanos de la Unión.