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Columna
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Cautela razonable

Alfonso Novales asegura que el panorama económico se está aclarando en EE UU. Sin embargo, advierte, los datos disponibles parecen indicar más un progresivo cambio de tendencia que una sólida recuperación

Los últimos indicadores económicos publicados continúan proporcionado evidencia acerca de que la economía estadounidense ha finalizado el fuerte proceso de desaceleración reciente. Parecen desterrarse los temores acerca del perfil de esta incipiente recuperación, que, salvo un giro de acontecimientos políticos que provocase un aumento generalizado en la percepción de incertidumbre, no debe truncarse.

Aunque se va aclarando el panorama económico en EE UU, conviene reflexionar acerca de los posibles escenarios que podemos esperar a medio plazo. Algunos signos son claramente positivos: la producción industrial experimentó en marzo su mayor aumento mensual en dos años; simultáneamente, el último dato de crecimiento de precios de consumo sugiere que la inflación está controlada, de momento. Esta combinación configura un contexto económico saludable, en el que no se requieren intervenciones restrictivas de las autoridades económicas. Pero la realidad es algo más compleja, y la salud de un cambio de tendencia como el actual descansa en un conjunto de condiciones, cuyo signo no es tan evidente.

En tasa interanual, es decir, respecto a igual mes del año pasado, el índice de producción industrial continúa en tasas negativas. Ello significa que la producción industrial en términos reales, es decir, en número de bienes, es todavía inferior a la de hace un año, si bien su tasa de caída se ha reducido. Además, un examen desagregado revela que, mientras la producción de bienes de consumo y de bienes relativos a la construcción se encuentra ya por encima de sus niveles de hace un año, es el componente de bienes de equipo el que todavía cae, y lo hace a una tasa suficiente como para que el índice global esté asimismo en tasas negativas.

Esto sugiere que la inversión en equipos no está aún en línea de recuperación, como corrobora la tasa de utilización de la capacidad productiva, todavía en torno al 75%, por debajo de los niveles precisos para un crecimiento sólido, capaz de generar empleo. De hecho, como ocurre con el índice de producción del sector, continúa destruyéndose empleo en la industria, si bien su ritmo de caída se ha reducido considerablemente los tres últimos meses.

La producción industrial no representa un alto porcentaje del valor añadido en las economías desarrolladas, pero sus imbricaciones son suficientemente extensas como para que refleje con bastante aproximación el tono del resto de los sectores. En este sentido, los datos disponibles parecen más consistentes con un progresivo cambio de tendencia que con una sólida recuperación.

Hasta ahora, reflejan en buena parte el proceso de recuperación de las existencias, reducidas drásticamente el pasado ejercicio al hilo de un recorte en la producción. Aparte de este efecto, sólo en algunos componentes del consumo se mantiene una demanda robusta.

Sin embargo, el fuerte incremento reciente en las importaciones, tanto de consumo como de equipos bien podría preludiar una mayor fortaleza de la demanda interna.

Así, no sorprende que el señor Greenspan haya ofrecido en su última comparecencia ante el Congreso de EE UU una visión positiva, aunque cauta, de la actual coyuntura, refiriéndose, acertadamente, a la ausencia de optimismo en los ejecutivos de las grandes empresas acerca de los resultados futuros.

Este aspecto es importante: los pedidos industriales, que anticipan razonablemente bien la actividad productiva futura, no apuntan todavía a un sólido incremento de la misma. De este modo, las expectativas de ventas y, con ello, de resultados empresariales positivos no pueden ser muy claras, y hasta que no lo sean, la inversión en equipos no puede recuperarse.

Este argumento puede explicar asimismo las enormes dudas con que los mercados de valores están asistiendo a la publicación de indicadores económicos positivos, a los que no sólo no han reaccionado al alza, sino que, en el caso de sectores y valores muy significativos, han continuado acumulando pérdidas. Es posible que, como argumentan algunos analistas, muchos valores tengan aún ratios de PER superiores a sus niveles históricos, pero en contextos de reducida rentabilidad el uso estricto de los ratios es discutible. Pero, incluso si las actuales cotizaciones son baratas, su recuperación no se producirá hasta que las empresas no anuncien resultados positivos, lo cual no parece inmediato.

En definitiva, dos parecen ser los principales focos de incertidumbre en la actual coyuntura de la economía estadounidense: por una parte si, por el lado de la demanda, la fortaleza del consumo y la inversión sustituirán a la reposición de existencias; por otra, el temor a que los importantes focos de conflicto político que afectan a los países productores de petróleo puedan conducir a una crisis de precios. Los niveles actuales no son excesivamente preocupantes, y son consistentes con una tasa de inflación moderada; distinta cuestión sería que una escalada de los conflictos estabilizase los precios del barril de crudo en torno a un nivel significativamente superior al actual.

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