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Columna
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En un abrir y cerrar de ojos

El que visite la iglesia de la Santa Caridad en Sevilla y contemple el ciclo de pinturas de Juan de Valdés sobre la brevedad de la vida y la inutilidad de acumular glorias, honores y riquezas se fijará, sin duda, en un cuadro en el cual un esqueleto apaga de un manotazo la luz de una vela, elemento simbólico de la vida, rodeada del lema In ictu oculi -cuya traducción titula este artículo-.

Esta referencia iconográfica viene a cuento de los recientes acontecimientos en torno a las llamadas 'cuentas secretas' del BBVA y del previsible calvario que aguarda a algunas figuras del mundo financiero hasta ahora acostumbradas a recibir la adulación y la envidia, y sobre las cuales recae estos días la sospecha de haber incurrido en actividades irregulares cuando no ilícitas.

Todo ello sucede en una corte de los milagros en la cual deshacer famas, hablar bien en los entierros de quien se ha difamado en vida y erigirse, por interés propio, en defensor de presuntos pobres desvalidos es práctica habitual, y generalmente rentable, desde hace siglos.

A la sorpresa inicial producida por la noticia según la cual una institución bancaria conocida por su seriedad y competencia profesional había incurrido en prácticas tan ingenuas como irresponsables, ocultadas inexplicablemente durante mucho tiempo al Banco de España, se unió el turbio asunto de los presuntos favores a un grupo de altos directivos de la entidad.

Iniciada la tramitación del correspondiente expediente por la autoridad administrativa competente, el Banco de España, el omnipresente juez de la Audiencia Nacional, señor Garzón, reclamó, a petición del fiscal Anticorrupción, el conocimiento del asunto, al apreciar, según parece, indicios de posibles delitos de apropiación indebida, falsedad documental y administración desleal.

Así las cosas y para caldear el ambiente, los partidos políticos han entrado en tromba con el habitual propósito no de aclarar el problema, sino de encenagar el terreno del contrario. Pero es bien sabido que todo es susceptible de complicarse, como lo prueban unas declaraciones del fiscal jefe de la Fiscalía Anticorrupción a una emisora de radio, declaraciones que ojalá no añadan un elemento más de confusión a un asunto ya suficientemente enrevesado.

Y es que, sobre la premisa de una concentración excesiva del poder económico, el señor fiscal jefe nos alerta de que se está 'creando una semilla muy peligrosa, que es la existencia de un capitalismo al margen de la democracia'.

Quizá me falle la memoria, pero no recuerdo que el capitalismo sea una figura delictiva y, en cuanto a la insinuación de un presunto peligro de control del Gobierno por parte de los poderes económicos, resulta demasiado parecida a alguna de las tesis de los manifiestos antiglobalización tan de moda desde hace unos años.

Todo ello me alarma sobremanera, porque parece olvidarse que sociedades como la española están organizadas sobre la base de una serie de derechos individuales nutridos en las esencias del liberalismo y con una forma de gobierno estructurada en torno a los principios democráticos.

Este esquema es tan aparentemente sencillo que puede originar algunos espejismos: el primero es que una democracia radical puede acabar con la separación de poderes y erosionar los derechos individuales; otro consiste en ignorar que esos derechos necesitan la protección del Estado para defender su existencia al tiempo que operan como límites de su poder; el último que los Gobiernos deben responder únicamente a los votantes y no a las empresas, sindicatos y organizaciones sectoriales no gubernamentales, cualesquiera que sean sus ideologías y propósitos.

En conclusión, lo último que necesita esta delicada situación es alterar la serenidad de la instrucción judicial, y acaso del expediente administrativo, con reyertas partidistas, juicios paralelos en los medios de comunicación o diagnósticos escatológicos a propósito de los peligros de la democracia.

¡ Dejemos, por favor, que las autoridades judiciales y administrativas hagan serenamente su trabajo y no olvidemos los perjuicios que comentarios ligeros o irresponsables pueden causar a una institución financiera tan relevante para el sistema bancario español como el BBVA en momentos tan delicados como los que ahora atraviesa!

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