El baile de las estadísticas
En España, desde el punto de vista de la información, hay dos tipos de estadísticas oficiales, las que dependen del Instituto Nacional de Estadística (INE), que tienen fecha fija, previamente programada en un calendario anual, y las que se elaboran y difunden por y desde los ministerios, cuya publicación suele estar vinculada, cada vez más, a las necesidades de agenda y a la oportunidad política del momento en función de como vengan los resultados. En este último grupo figuran, entre otras, las correspondientes a la afiliación a la Seguridad Social, la ejecución presupuestaria del Estado y las que afectan al sector exterior.
Los datos de la balanza comercial, inversiones exteriores, competitividad o coyuntura de la exportación, por citar los mas significativos, se publican casi siempre tarde, muchas veces en 'fascículos' (sobre todo si son buenos y coinciden con alguna comparecencia pública del ministro), y en ocasiones nunca.
Así, por ejemplo, los resultados del comercio exterior llevan ya varios meses agotando el plazo límite exigido por el Banco de España sin que existan razones aparentes para ello; la competitividad exterior del tercer trimestre del año pasado, que reflejaba un empeoramiento del 0,9% frente a los países más desarrollados, se difundió en plena Semana Santa de este año; y en cuanto a las inversiones exteriores, a fecha de hoy todavía no tenemos más dato oficial que el de enero-junio de 2001. No se dieron las del tercer trimestre, sin que tampoco nadie diera explicaciones, y en buena lógica deberían estar cerradas ya las anuales.
Lejos están los tiempos de Claudio Aranzadi, Javier Gómez-Navarro e, incluso, José Manuel Fernández Norniella; en los que aun careciendo de fecha fija señalada, como ahora, los plazos de las estadísticas del sector exterior se respetaban escrupulosamente, contribuyendo con ello a reforzar no sólo su fiabilidad (nunca puesta en duda), sino también la seriedad del trabajo administrativo y el interés de la sociedad por la información suministrada.
Porque, aun insistiendo en que no existe manipulación alguna en los datos que se ofrecen, de cuyo rigor y veracidad estamos absolutamente seguros todos los que de una u otra forma trabajamos o tenemos interés por el sector exterior; tampoco se puede ocultar que este descontrol en la publicación de resultados revela una aparente falta de rigor impropia de un país avanzado o, lo que sería aún peor, un intento de control partidista de una información pagada con dinero público, es decir, por todos, y sobre cuya asepsia no debería existir nunca el más mínimo asomo de recelo.
Es probable que para muchos esta sea una cuestión menor comparada con las grandes reformas del Estado, las negociaciones internacionales y los faustos de la presidencia europea. Rutinaria si se quiere. Pero no conviene olvidar que en política, como en casi todas las actividades de la vida, los pequeños detalles y el quehacer cotidiano son también las bases sobre los que se fundamente la eficacia y la credibilidad de las personas y de las instituciones. Como se dice de la mujer del César, la cuestión no está sólo en ser honesto, sino también en esforzarse en parecerlo.