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Tribuna
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Un presidente lee el periódico

Recordarán ustedes cuando en los mal llamados años el presidente Felipe González alegaba desconocimiento de las irregularidades que afloraban y decía haberse enterado de su existencia por los periódicos. Era muy de ver entonces cómo la ardiente oposición del todo vale liderada por José María Aznar arremetía contra esas escapatorias de la responsabilidad y las consideraba inaceptables. Los fontaneros genoveses del PP -área de lenguas clásicas, sección latines- le prepararon al líder imparable algunos adagios para lanzarlos como misiles sobre el campo socialista enemigo y obligarle a la rendición incondicional. Fue entonces cuando se exhumaron aquellos principios de la culpa in eligendo y la culpa in vigilando y no se sabe cuántas culpas más, porque todo era culposo y Jota Pedro el del bombo alternaba los sudores compartidos con el candidato inminente durante las partidas de paddel en las pistas del Abasota con las componendas arteras para hacer de los hermanos Amedo un remake actualizado de Guzmán el Bueno, culmen de lealtades patrias ejemplares.

Pues, aquello de que el Gobierno socialista se enteraba por los periódicos, que tanta risa causaba en los escaños de la oposición, es exactamente lo que alega el Gobierno del PP, una vez instalado en la mayoría absoluta. Diríase que ese proceder resulta obligatorio para los inquilinos de Moncloa, como si todo lo conocido a través de los periódicos expandiera una indulgencia plenaria para los lectores. El caso es que José María Aznar, con esa gracia y majeza que Dios Nuestro Señor le ha dado, se atiene a la invocación de ese mismo principio de ignorancia previa como eximente de toda responsabilidad en lo que está pasando, ya sea el caso Gescartera, el de las cuentas en el HSBC (Hong Kong Shanghai Bank Corporation) del vicepresidente Rodrigo Rato y compañía, o el nuevo asunto de paraísos fiscales utilizados por el BBVA, que ahora nos atufa a todos.

En los periódicos del miércoles pasado leímos unas tajantes manifestaciones del presidente Aznar según las cuales 'nadie del Gobierno ha conocido nada de esas cuentas opacas'. Para el gran líder las insinuaciones vertidas en los últimos días en sentido contrario son calumniosas y el secretario general del PP, Javier Arenas, anuncia que se interpondrán querellas contra quienes profieran afirmaciones semejantes. El presidente, siempre obsesionado por rehuir la senda recorrida por su antecesor González, empieza sin embargo a recorrerla con extraña fidelidad.

Fíjense, por ejemplo, en las afirmaciones lanzadas ese mismo día y reflejadas en las ediciones del citado miércoles, a tenor de las cuales 'Aznar explicó que ni el Gobierno ni ningún ministro ni nadie del PP tienen nada que temer por esta polémica porque no será posible demostrar su relación'. Y comparen con lo dicho por el presidente González cuando a propósito de algunas graves imputaciones que se le hacían aseguró: 'Ni hay pruebas ni las habrá'.

Enseguida, Aznar agregó, avisando al PSOE 'que si algún partido ahonda en ese tipo de ataques al PP puede salir muy mal parado'. Esa línea del que avisa no es traidor es también la elegida por esa figura de Vicente Martínez Pujalte, tan injustamente olvidada pese a sus servicios a la causa.

Frente a la oposición en bloque (PSOE, IU, PNV y Grupo Mixto), que registró el martes en el Congreso solicitudes para la creación de una comisión de investigación sobre las responsabilidades políticas en que ha podido incurrir el Gobierno en relación a las cuentas ocultas del BBV, y a la advertencia enunciada por el portavoz socialista, Jesús Caldera, al PP y al Gobierno para que no rechace esta investigación 'si no tiene nada que ocultar', se alza impávido Pujalte.

Bien oiréis lo que decía. Decía Pujalte que las cuentas se iniciaron en 1987 cuando reinaba Carolo y era presidente pésimo González, suma de todos los males sin mezcla de bien alguno y que era improcedente cualquier comisión de la que sólo podrían salir más negruras para la oposición socialista, angelitos, que no sabe dónde se mete.

Luego, ayer, el vicepresidente Rato adoptó esa actitud chulesca que tanto le ayuda en el escaño y aprovechó las preguntas de la oposición para devolver respuestas embadurnadas de insidias a propósito de las irregularidades de las épocas socialistas, por las que acabó pagando con la pérdida de las elecciones y con el ingreso en prisión de algunos de sus más relevantes dirigentes.

El PP decía que era preciso pasar página, pero todas las páginas las pasa hacia atrás buscando términos de comparación negativos frente a los cuales sus abusos parezcan compensados. Mientras tanto sabemos que un presidente lee el periódico. Que no desista.

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