Datos para el diálogo
José Aranda repasa los últimos debates sobre la estadística oficial, los precios y los problemas sociales. El autor defiende la discusión, pero destaca los problemas que supone hablar de manipulación
No puede causar sino preocupación el modo en que, durante las últimas semanas, se ha desarrollado la discusión de problemas sociales y económicos tan candentes como la inmigración, el desempleo, la delincuencia, el sistema de enseñanza o la evolución de los precios, puesto que, como se ha podido apreciar, ni siquiera existe un acuerdo de principio sobre las cifras que evalúan la dimensión de dichos problemas, condición imprescindible para que éstos puedan ser afrontados con posibilidades de éxito.
La mayor dificultad para que personas, generalmente antagónicas, se pongan de acuerdo, al menos, sobre la magnitud y características del problema sobre el que se pretende actuar parece estar, por un lado, en la escasa capacidad de que suelen hacer gala los responsables de Gobierno para asumir diagnósticos críticos sobre su gestión y, por otro lado, en las sistemáticas enmiendas a la totalidad de dicha gestión a que se creen obligados los responsables de la oposición.
Ambas actitudes, autocomplacientes en lo propio y derrotistas en lo ajeno, resultan difícilmente conciliables porque, además, suelen ser expresadas mediante mensajes de tipo político, haciendo lecturas simples de realidades siempre complejas e interrelacionadas, evitando aquellos argumentos científicos o descripciones numéricas que pudieran distraer del mensaje estereotipado que se pretende transmitir a la sociedad.
En este ambiente enrarecido, no es raro que las aportaciones de la comunidad científica o de los informes de carácter social tengan escasa penetración y, por tanto, mucha menos influencia de la que sería deseable. En la reciente presentación del noveno Informe sobre la Realidad Social de España de la Fundación Encuentro, su presidente, José María Martín Patino, destacó que 'la diversidad de ideas, convicciones, ideologías y tendencias nunca debe desnaturalizar el verdadero diálogo' para, acto seguido, preguntarse 'si puede existir una obra cultural tan noble como intentar racionalizar las cuestiones políticas y sociales con los datos objetivos del análisis científico'.
Pero el mismo hecho de que, tras 10 años de intensa actividad de su fundación, Martín Patino haya de seguir repitiendo estos argumentos, que debieran ser obvios para todos los responsables políticos, muestra lo lejos que estamos todavía de conseguir poner de acuerdo a las distintas partes en el diagnóstico de los problemas, incluso cuando, como es el caso de estos informes sociales, se presentan rigurosos análisis de resultados y se procura conseguir ese distanciamiento objetivo tan difícil cuando se tratan problemas de fuerte componente afectivo, como pudiera ser el caso, por ejemplo, de la violencia doméstica, de la marginación de extranjeros o de la soledad de los ancianos.
Además, este inconveniente de interpretar los problemas sociales o económicos de modo tan irreconciliable puede agravarse en el futuro, puesto que, como empieza a ocurrir, cuando los datos no se ajustan al interés propio, se dice que han sido manipulados y, si es preciso, se acusa a los organismos productores de falta de independencia, de incompetencia profesional o de lo que haga falta con tal de defender, según el caso, la parcela del poder que se disfruta o que se pretende alcanzar.
Nadie duda de la legitimidad, y hasta de la conveniencia, de debatir sobre los principios que rigen las diferentes metodologías estadísticas y sobre sus implicaciones en los resultados a que conducen, pero una cosa es plantear en cuántas décimas haya podido bajar el índice de precios de consumo por la inclusión de las rebajas o cuál va a ser el efecto estadístico sobre el empleo del cambio metodológico de la EPA y otra cosa muy distinta es comenzar a hablar de manipulación, falta de transparencia, ocultación de información y otras acusaciones similares que atentan a los principios esenciales de la investigación estadística.
La hemeroteca está llena de ejemplos que se pueden rescatar fácilmente sobre cómo se puede poner en riesgo la credibilidad y, con ello, todo el trabajo de la estadística oficial.