_
_
_
_
La Atalaya
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El fracaso de Cheney

Mientras el enviado especial de Bush intenta a la desesperada conseguir el enésimo alto el fuego entre israelíes y palestinos desde el comienzo de la segunda intifada, el vicepresidente Dick Cheney ha concluido su gira por 11 países del Próximo y Medio Oriente con un rotundo fracaso. Su viaje tenía una única finalidad: preparar a estos países para una eventual acción militar contra Irak. A través de declaraciones semioficiales y filtraciones, la maquinaria gubernamental estadounidense repitió hasta la saciedad que la misión del vicepresidente podía interpretarse como un aperitivo de lo que meses más tarde sería el plato principal del menú, el derrocamiento del régimen de Sadam Husein. El resultado no ha podido ser más decepcionante.

A pesar de que el dictador de Bagdad no cuenta precisamente con apoyos sólidos en la zona -mantuvo una guerra de ocho años contra Irán en los ochenta que costó cerca de un millón de muertos, invadió Kuwait en 1990, lanzó misiles contra Israel en la guerra del Golfo y hostigó permanentemente al régimen hermano de Siria desde su advenimiento al poder-, Cheney ha sido incapaz de conseguir una sola palabra de aliento para una eventual acción bélica contra Irak. Es más, se ha encontrado con un rechazo frontal para sus planes. Ni siquiera Kuwait, que sufrió la invasión iraquí, ni Arabia saudí y los Emiratos del Golfo, constantemente amenazados por Bagdad, se han dejado impresionar por los argumentos del vicepresidente. Incluso los pro occidentales Egipto y Jordania, que dependen de la ayuda estadounidense, han suscrito las tesis de Washington.

Los árabes temen, y con razón, que un ataque contra Irak, sin haber resuelto el conflicto palestino-israelí, provocaría un estallido en las masas de los países musulmanes, desde Marruecos a Indonesia, muy difícil de controlar. Al mismo tiempo, la caída del dictador iraquí, si se consiguiera, tendría un claro efecto desestabilizador en los países de la zona. Sólo la mano férrea y cruel de Sadam mantiene unido a un Irak fragmentado por etnias y religiones, kurdos en el norte, suníes en el centro y chiítas en el sur. Este peligro de fragmentación del país, de consecuencias imprevisibles para la zona, fue el que obligó al padre del actual presidente a parar la ofensiva de las tropas de la coalición internacional en 1991 cuando se encontraban a 50 kilómetros de Bagdad.

La actitud de los países árabes, en línea con la oposición europea, donde incluso el fiel Tony Blair vacila, y la de la ONU han obligado a EE UU a meter la reductora en sus planes hacia Irak. A la vista de la opinión generalizada, los portavoces oficiales de Washington se limitan ahora a afirmar que una acción contra Irak es sólo 'una opción', si se confirma que Sadam continúa con sus programas de producción de armas de destrucción masiva en contra de lo estipulado en nueve resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. El peligro de un ataque contra Irak no ha sido conjurado totalmente, pero se puede decir que está atenuado. Cheney debería conocer mejor el tema, ya que durante la guerra del Golfo fue el secretario de Defensa, que contribuyó a articular con Bush padre una coalición internacional que obligó a los iraquíes a desalojar Kuwait y derrotó militarmente a Husein. Quizás el fracaso de la gira de Cheney contribuya a convencer al Gobierno Bush de que para vencer al llamado 'eje del mal', EE UU necesita crear un 'eje del bien' con sus aliados en la zona y el resto del mundo.

Más información

Archivado En

_
_