La amnistía fiscal en Italia se convierte en un filón para los bancos
Los evasores de impuestos nunca habían sido tan populares en Italia. El Gobierno del primer ministro Silvio Berlusconi ha decretado una amnistía para aquellos que traigan el dinero negro alojado en el extranjero. Los bancos, conscientes del filón, han desatado una pelea por captar los fondos y han hecho que se propague el miedo en sus rivales suizos, que han visto cómo sus clientes se han reducido un 20%.
La banca italiana se frota las manos ante la perspectiva de captar los más de 100.000 millones de euros negros que se calcula que tienen los ciudadanos en cuentas en el extranjero. El Gobierno del primer ministro Silvio Berlusconi promulgó a finales del pasado año una amnistía para las personas que traigan el dinero negro que mantienen en cuentas de países como Suiza.
Los grandes bancos, como Intesa Bci o Sanpaolo-Imi no han dudado en pagar anuncios a toda página en diarios. Otros han organizado seminarios para inversores con el fin de promover la medida.
Los directivos de banca han visto en esta amnistía la posibilidad de potenciar la débil banca para grandes fortunas, conocida por banca privada, cuyo volumen total podría doblarse hasta junio, mes en el que expira la vista gorda del Gobierno, según informa Bloomberg.
El Gobierno, por su parte, también ha hecho cálculos y espera que con esta medida se reduzca el dinero negro, que actualmente supone un 15% del PIB de la cuarta economía europea. Las entidades calculan que hasta el momento han captado ya 23.000 millones de euros, según informó el diario Il Sole 24 Ore.
El ministro de Economía, Giulio Tremonti, ha sido claro al advertir que los evasores tendrán que enfrentarse a penas aún más duras una vez que acabe la amnistía. Por ahora, según declaró la pasada semana, el flujo entrante de dinero ha sido 'bueno' hasta la fecha. El Gobierno, además, ha garantizado el anonimato de las personas que devuelvan dinero al sistema. Por ejemplo, la tasa del 2,5% con que se grava la entrada de este capital han de pagarla los bancos, lo que hace imposible a futuros Gobiernos probar que alguien ha evadido capital.
Gran parte del dinero italiano que emigró a otros países -fundamentalmente Suiza- se produjo entre la década de los sesenta y los setenta. En estos años, la situación política en el país transalpino estaba sumamente revuelta, y la inflación alcanzaba niveles del 26% y una media del 10%, algo desconocido hasta entonces. En esos años se sucedieron hasta 23 gobiernos distintos. Muchas familias acomodadas comenzaron a abrir cuentas en otros países, sobre todo para facilitar el pago de rescates por los secuestros llevados a cabo por grupos terroristas, ya que lo primero que hacía cada Ejecutivo era congelar las cuentas para evitar el pago.
La otra cara
La otra cara de la moneda la pone la banca suiza, que corre el peligro de perder parte de sus clientes y activos. El retorno a Italia de estos capitales ha provocado ya que algunos gestores de patrimonio suizos hayan visto su cartera de clientes reducirse hasta un 20%, según el diario ginebrino Le Temps, informa Efe.
Por ello, las entidades suizas se han lanzado a la caza de clientes en Italia, aprovechando la amnistía. Los principales bancos privados (UBS, Crédit Suisse o Pictet) han abierto una treintena de oficinas en Italia en los últimos meses.