Hacia un nuevo modelo
Si repasamos los modelos de relaciones laborales que han existido a lo largo de la historia, encontramos básicamente dos modelos. El primero de ellos, coetáneo al nacimiento de las relaciones laborales como práctica de gestión e influenciado por las tesis de Ricardo y Marx, tenía por objeto la gestión de un conflicto que, producido por el destino final de las plusvalías, adquiría un rango endémico.
Desde esta perspectiva, la misión de las relaciones laborales era la de gestionar un conflicto que, de forma y manera inverosímil, en el mundo y en el tiempo en que vivimos, se sigue dando por supuesto. Claro está que a tan absurda deducción, también nos empujó la OIT, que, al definir el concepto de relaciones laborales, no tuvo otra brillante ocurrencia que la de sentenciar que éstas eran 'relaciones colectivas que median entre grupos con intereses económicos y sociales diferentes, encaminadas a determinar las condiciones de trabajo y la distribución de los frutos de la producción, a través del diálogo, de la representación y la negociación', dando por supuesto algo tan irracional y absurdo como que los intereses de los agentes sociales eran, por definición, diferentes.
Paz social
El segundo modelo tiene como objetivo el mantenimiento de una paz social, que es la que en este caso adquiere naturaleza endémica. Desde esta perspectiva, las relaciones laborales tienen como misión preservar la paz social, pero sin bajar la guardia, es decir, imbuidos, si se me permite el símil político, por la misma memez que el párrafo de aquel último discurso, que nos decía aquello de ¡no olvidéis que los enemigos de están alerta!
Ha llegado la hora de plantearnos un nuevo modelo de relaciones laborales, basado en el compromiso de los agentes sociales con el proyecto empresarial y capaz de aportar ventajas competitivas sostenibles, no solo a las organizaciones, sino también al conjunto de la economía.
En la era del factor humano, del capital intelectual, del talento, en una era en la que las empresas buscan fórmulas que faciliten el compromiso de los profesionales con los objetivos, la filosofía y los valores empresariales, se me hace muy difícil entender por qué en el target group de dichas fórmulas no contemplamos al actor que, nos guste o no, tiene el papel principal en el éxito: el sindicato.
El desarrollo de este nuevo modelo implica, por un lado, modelos mentales de actuación sin resquicio de desconfianza y, por otro, actuaciones donde la filosofía win/win -¿quién ha dicho que la exclusividad de dicha fórmula pertenezca al ámbito comercial?- ocupe un lugar destacado.
En un entorno como el actual, caracterizado por el cambio, los agentes sociales no pueden volver la vista ante lo que posiblemente sea el último resquicio del paleolítico empresarial, la gestión de las relaciones laborales.
Por el contrario, debe plantearse dicha gestión como parte integral, no ya de los sistemas de gestión de recursos humanos, algo habitual, sino de la estrategia corporativa de las compañías, algo por desgracia, todavía inhabitual.