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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De lo real a lo posible

El Consejo Europeo de primavera arranca hoy en Barcelona con el firme propósito de dar un impulso definitivo al proceso liberalizador comprometido por la Unión Europea en la Cumbre de Lisboa de marzo de 2000. Desde el principio, la presidencia española generó grandes expectativas respecto a los logros de la cumbre, asegurando que Barcelona supondría un antes y un después en el proceso de Lisboa, tras los escasos avances registrados en Estocolmo en 2001. Finalmente, España ha optado por limitar los temas de la agenda con la convicción de que es preferible cerrar pocos acuerdos, pero concretos, en materias como la energía, los transportes o el sistema financiero, antes que hacer una declaración de grandes intenciones que no comprometa a nada a los Gobiernos europeos. Pese a la intención española, la realidad es que incluso el pacto de mínimos está lejos de generar consenso y su logro dependerá, en buena medida, de la capacidad negociadora del presidente Aznar.

El Gobierno español se ha curado en salud y ha dejado fuera de la agenda todos aquellos temas que siguen sin resolverse entre los Quince, como la renovación de los cargos en el Banco Central Europeo, las patentes y las sedes de las agencias europeas. Otros asuntos también polémicos, como el sistema Galileo o el cielo único europeo, están en el aire y sólo el clima de entendimiento de la cumbre decidirá si finalmente se abordan o no.

El trabajo desarrollado previamente por España en los Consejos de Ministros de Medio Ambiente y de Economía y Finanzas aseguran la ratificación del Tratado de Kioto y el acuerdo de liberalización de los mercados financieros. Los Quince han salvado la cara a última hora al adoptar ayer una posición común de cara a la Cumbre de Monterrey y fijar en el 0,39% del PIB la ayuda al desarrollo de la UE para 2006. Pero otros temas clave, como la energía y los transportes, llegan completamente abiertos a la cumbre.

Francia, independientemente del proceso electoral que afronta, pero condicionada por éste, se muestra reacia a liberalizar su mercado energético, dado que los franceses disfrutan del kilovatio más barato de toda la Unión. Ha aceptado, en principio, una apertura del mercado energético para las empresas, pero amenaza con su bloqueo si no se establece un marco de garantías sobre los servicios públicos. El esbozo de acuerdo en materia de empleo no establece compromisos medibles por parte de los Gobiernos ni la financiación necesaria para el desarrollo de las metas, lo que dejará el objetivo de alcanzar el pleno empleo en 2010 convertido en una mera declaración de intenciones.

Pocos avances si lo que persigue la Unión Europea es aproximar sus niveles de desarrollo y competitividad a los de EE UU. Barcelona será un paso adelante si se cierran acuerdos sobre la agenda planteada, pero a un ritmo demasiado lento para poder reducir de manera efectiva la brecha que retrasa a Europa.

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