La Cumbre de Barcelona y la Sagrada Familia
Cuando los líderes europeos se reúnan [a partir de mañana] en Barcelona para su cumbre anual sobre reforma económica, los anfitriones españoles deberían llevarles a la iglesia de la Sagrada Familia. La obra maestra inacabada de Gaudí es un triunfo de las aspiraciones sobre la ejecución. Lo mismo puede decirse de la economía europea.
Hace dos años, en Lisboa, la UE se prometió a sí misma convertirse en la economía más dinámica y competitiva del mundo en 2010. Seducidos por el potencial de la nueva economía y de Internet, los líderes de la UE se fijaron una ambiciosa agenda de reformas liberales. Europa vio un estallido de liberalización y de rebajas fiscales. Entonces el proceso se estancó.
La cumbre del año pasado en Estocolmo no pudo recuperar el ímpetu (...). Sería injusto decir que no ha habido progresos (...). Pero los pequeños triunfos suponen poco cuando se comparan con los retrasos en la flexibilización del mercado laboral y en la integración de los mercados de capital y de servicios (...).
En Barcelona, la UE debe concentrarse de nuevo en las prioridades más importantes. Es esencial un avance en el mercado energético. Si Francia abriera el mercado de gas y electricidad para los clientes empresariales -del 50% al 75% del mercado, dependiendo de la definición de cliente empresarial- sería al menos un paso adelante.
También se necesita desde hace tiempo un acuerdo en la disputada directiva sobre patentes. Los líderes de la UE deben reafirmar su compromiso con normas comunes sobre opas, progresos más rápidos hacia un mercado único de servicios financieros y para acabar con las rigideces del mercado laboral.