Las causas de la delincuencia
Ni las presiones de los estadísticos ni las tímidas demandas de datos de los institutos de criminología y de algún modesto investigador privado han conseguido que los jueces fuesen sensibles a la necesidad de recabar, además de los pocos datos que contiene la tramitación judicial, otra información estadística que siempre consideraron difícil, excesiva y que venía a recargar, inútilmente, el ya de por sí considerable trabajo de los tribunales.
De este modo, en el actual debate sobre la delincuencia, las únicas cifras que se pueden manejar son las relativas a tipos de delito y edad, sexo y nacionalidad de presos y detenidos, variables que sin duda tienen mucho interés, pero que, además de no permitir aproximarse a las verdaderas causas de la delincuencia, pueden llevar a interpretaciones incorrectas de la realidad.
Pero, mirando hacia el futuro, quizá el mayor problema a que nos enfrentamos no sea la actual carencia de datos sobre esta materia, sino que, al no existir conciencia sobre la necesidad de los mismos, tal y como se ha puesto de relieve en el reciente debate parlamentario, nadie los exija y, por tanto, sigamos sin esa presión política y social que se requiere para vencer inercias corporativas y poner en marcha un proyecto de investigación absolutamente necesario para analizar un problema tan complejo como el de la delincuencia, que, a este paso, puede adquirir una dimensión insoportable.
En España tenemos ilustres antecedentes de investigación criminológica. Don Julián de Zugasti, como gobernador civil de Córdoba, realizó un ejemplar Estudio social y memorias históricas sobre el bandolerismo que asolaba Andalucía (1876); don Constancio Bernaldo de Quirós elaboró un documento sobre Las nuevas teorías de la criminalidad (1911) y analizó la eficacia de la aplicación de penas en Alrededor del delito y la pena (1904) y La picota (1907); don Mariano Ruiz Funes realizó una Etiología del suicidio en España (1928) siguiendo la metodología de Durkheim.
En este tipo de trabajos se analizan las características de delincuentes o suicidas, sean personales (como edad, sexo, estado civil y paternidad), sociales (como vida urbana o rural, ocupación, estudios, emigración y nacionalidad), antropológicos y físicos (como lugar de nacimiento, características antropométricas, clima y meteorología en la fecha del acontecimiento).
Incluso, este tipo de autores solían hacer mención a otras características externas que podían influir en el comportamiento delictivo, como la degradación de la clase política, las 'antisociales aspiraciones de lucro' y otras 'deficiencias morales y jurídicas' de la sociedad.
Sin datos sobre las características de los delincuentes es imposible estimar la utilidad de medidas preventivas del delito y no es difícil, como de hecho ha ocurrido, que los objetivos políticos se dirijan exclusivamente hacia medidas represivas como ampliación de plantillas de las fuerzas de seguridad, motivación policial o endurecimiento de penas, y que se generen falsas polémicas sobre seguridad privada distrayendo la atención de los problemas esenciales que plantea la delincuencia.
Los datos son imprescindibles para poder afrontar cualquier problema de inseguridad ciudadana, llámese droga, violencia doméstica, delincuencia juvenil, kale borroka, robo, violencia contra las personas y todo tipo de delitos.
Un ejemplo reciente de cómo la carencia de información puede distorsionar la realidad lo tenemos con la información sobre el aumento de un 40% de detenciones de extranjeros en el último año (sin matizar que muchas de estas detenciones se produjeron por carencia de papeles). Esta información, al no poderse apoyar en estudios sobre las tipologías de los extranjeros detenidos, parece culpabilizar a la inmigración global del aumento de la inseguridad ciudadana, cuestión más que dudosa por la casi segura influencia de factores como la falta de trabajo o explotación laboral, el alejamiento familiar, las condiciones de sus alojamientos, sus problemas de conocimiento de idioma y un largo etcétera de variables.
æpermil;stas, para colmo, pueden estar determinadas por decisiones tan poco inocuas como la reciente exclusión de 7.000 inmigrantes norteafricanos de la campaña agrícola de Huelva, una política de extranjería que no parece estar facilitando la integración social de los inmigrantes o una estrategia presupuestaria de déficit cero que nos lleva a estar en la cola europea en cuanto a gasto social.