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Industria

Bush, dispuesto a abrir otra guerra comercial con la UE por el acero

Un día le queda al presidente de EE UU, George Bush, para decidir si ayuda a la industria local del acero con medidas proteccionistas, entre las que destacaría un aumento hasta del 40% de los aranceles a la importación. El comisario de Comercio de la UE, Pascal Lamy, ya ha advertido que llevará el conflicto ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) si lo hace.

Las últimas informaciones apuntan a que el presidente Bush hará caso a la Comisión de Comercio Internacional, que ha solicitado medidas proteccionistas para la industria nacional del acero, al considerar que las importaciones de este producto han perjudicado a las empresas nacionales.

En una entrevista concedida a la agencia Reuters la semana pasada, el representante comercial de EE UU, Robert Zoellick, defendió la posibilidad de implantar 'temporalmente' medidas restrictivas a la importación como parte de una iniciativa mayor para reducir el exceso de capacidad de producción de acero. 'Todo está encima de la mesa', dijo Zoellick, refiriéndose a que todas las posibilidades están abiertas.

Zoellick avanzó que México y Canadá podrían quedarse fuera de las restricciones al tener firmado un acuerdo de libre comercio (Nafta) con EE UU. Canadá aporta un 15% de las importaciones de acero de su país vecino, mientras que México colabora con un 10% de las compras de acero que hace EE UU.

De las medidas proteccionistas que Bush tiene encima de la mesa, la más controvertida es el aumento de los aranceles a la importación, que podrían alcanzar el 40%. Una segunda posibilidad que se baraja es la de que el Gobierno asuma los costes del seguro médico y las jubilaciones de las empresas del sector.

Esta vía no parece muy factible. Según afirmaba The Wall Street Journal en un editorial de la semana pasada, es difícil conseguir los 21.000 millones de dólares (24.000 millones de euros) para costearlo en un momento de debilidad económica y recorte de impuestos.

Bush no lo tiene fácil. Cualquier decisión pondrá en su contra a alguno de los actores implicados. Por un lado, los países productores que se verían más afectados por su proteccionismo (Brasil, Japón, Corea del Sur y, sobre todo, la UE) ya amenazan con tomar represalias. Por otro, la industria del acero es un importante lobby en EE UU que donó cantidades muy generosas durante la campaña electoral que llevó a Bush a ganar la presidencia.

Miles de trabajadores de la industria se encargaron de recordárselo y de reivindicar las medidas proteccionistas el pasado jueves frente a la Casa Blanca, donde se manifestaron con pancartas. Ese día, legisladores del acero se reunían con Bush para pedir un aumento de los aranceles del 40% durante cuatro años para todos los productos.

Un industria enferma

El senador demócrata de West Virginia (un Estado dependiente de dicha industria) Jay Rockefeller dijo a la prensa tras el encuentro que le había transmitido a Bush el mensaje de que 'es una decisión de vida o muerte' para la industria. Desde 1997 han quebrado 31 empresas del acero en EE UU.

Por el contrario, el senador republicano John McCain remitió una carta a Bush el pasado fin de semana en la que le pedía 'que no sacrifique al consumidor norteamericano y las relaciones comerciales exteriores de EE UU para proteger a una sola industria'.

La respuesta de Bruselas no se hará esperar. 'Ni la UE ni ningún país tiene que pagar por la protección del Gobierno de EE UU al mal desempeño de sus industrias siderúrgicas', dijo Lamy el jueves pasado.

La decisión se sumaría a otros frentes ya abiertos entre EE UU y la UE, como la concesión de exenciones tributarias a las empresas exportadoras de EE UU, prohibidas por la OMC, y las barreras planteadas por la UE a la importación de cultivos genéticamente modificados.

'La decisión es también un test sobre el compromiso de Bush con el libre mercado y su habilidad para convencer al resto del mundo, incluyendo sus aliados en la guerra contra el terrorismo, de que mantiene los mercados de América abiertos', afirmó The New York Times en un artículo publicado el viernes pasado.

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