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Tribuna
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La oportunidad de las cajas de ahorros

La concentración del sector bancario en España alrededor de dos grandes grupos, SCH y BBVA, que han realizado inversiones importantes en América del Sur, aquejada ahora de algunos problemas cuya dimensión y resolución no es fácil determinar, obliga a poner atención especial en las estrategias de ambos bancos, ya que, probablemente, tratarán de recuperar parcialmente las pérdidas exteriores con una revisión de sus políticas y de los precios de sus productos en el mercado nacional.

Las cajas de ahorros, que representan casi el 50% del sistema financiero y gozan de solvencia y estabilidad envidiables, tienen ante sí la oportunidad de demostrar su papel esencial en el mantenimiento de la competencia crediticia en España y reforzar, de paso, su imagen de cercanía con sus ámbitos naturales de actuación.

La unión de la banca privada española no es un fenómeno nuevo, tiene ya una larga historia que se remonta al final de los setenta en que, con motivo de la crisis bancaria, desaparecieron más de 50 bancos que fueron adquiridos por otros más importantes, Banco de Vizcaya, Banco Central, Banco Hispanoamericano, etcétera, que se iniciaron así en los mecanismos de la reestructuración de la banca. Desde entonces no ha habido apenas pausa hasta el momento actual en que se ha constituido en la práctica un duopolio en nuestro sector bancario.

Precisamente esa concentración de la banca española, justificada en gran medida por los importantes intereses internacionales de los bancos implicados, ha sido posible sin menoscabo de la competencia dentro de España, porque en nuestro sistema de crédito existen las cajas de ahorros, cuyo grado de concentración es menor, a pesar de las fusiones habidas en los noventa, que han supuesto la desaparición de 30 cajas.

La atención, en medios y esfuerzos, que los dos grandes grupos bancarios españoles han dedicado los años pasados a sus fusiones y a sus inversiones en el exterior han permitido un desenvolvimiento aceptable de la competencia en el mercado doméstico, sin guerras de precios suicidas como las habidas a principios de los noventa con las supercuentas, cuyas facturas más llamativas fueron la crisis de Banesto y las dificultades del entonces BCH. Sólo algunos escarceos de precios, realmente chocantes, en la banca por Internet advierten de un fenómeno que pugna por aparecer y que requiere observación.

Pero el reparto de papeles de estos años puede cambiar como consecuencia de las dificultades en el exterior, que obligarán a los dos gigantes bancarios españoles a una pausa en sus políticas internacionales y a recrear la vista en el interior, una vez que han culminado la acomodación de sus redes de oficinas y que han cerrado la etapa de prejubilaciones masivas. La tentación de volcar toda la potencia de fuego en un terreno en el que hay una posición clara de dominio parece inevitable.

Por su parte, las cajas de ahorros se han anclado firmemente en el tejido económico-financiero español gracias a su liderazgo en el mercado minorista, sin perjuicio de actuaciones en el terreno empresarial nada desdeñables, y se encuentran en condiciones de resistir e incluso neutralizar, en beneficio de los consumidores, posibles políticas de precios que pudieran alterar significativamente el marco de equilibrio que predomina en nuestro sistema financiero.

En un tiempo de repliegue y de atención a lo cercano e inmediato, la posición de las cajas españolas es bastante favorable para reforzar sus políticas de negocio tradicional y para defender su identidad. Las controversias, muchas de ellas superfluas cuando no interesadas, sobre su naturaleza y gobierno tienen a veces un alto grado de diletantismo porque, salvo cambios legislativos profundos en el régimen competencial de las comunidades autónomas, que no se vislumbran a medio plazo, el ordenamiento de las cajas de ahorros está blindado. Es una gran ventaja, pero también una gran responsabilidad para los gobernantes de estas entidades que, en general, han hecho buen uso de la confianza recibida.

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