La sorpresa es lo que más cotiza
Cuentan los manuales que el factor sorpresa, entre otras cosas, es el que más cotiza en las Bolsas. De ahí, el ansia de los participantes por anticipar tendencias, por ser los primeros en subirse al carro de la abundancia o por abandonar un barco que va a la deriva. Sin el factor sorpresa, las Bolsas no existirían, porque todo se reduciría a un conjunto de cálculos matemáticos que impulsarían o deprimirían las cotizaciones.
Las Bolsas del mundo viven en los últimos días momentos de gran agitación, debido, por reducción, a dos factores de importancia extrema. Primero, a las contradicciones de las series estadísticas referidas al estado de salud de la economía de Estados Unidos y de la zona euro. Segundo, al aluvión de resultados empresariales correspondientes al cierre de 2001.
La economía del mundo sigue sin ofrecer síntomas suficientes que hagan creer en un cambio cierto de la tendencia. Es más, hay quienes apuestan por un debilitamiento progresivo del consumo de las familias estadounidenses en los próximos meses, lo que redundaría en un empeoramiento de la situación actual y haría creíble la recuperación en W que pregonan algunos.
Respecto a los resultados empresariales, la teoría secular es que agua pasada no mueve molino y que lo importante es la proyección de futuro. Por eso se calcula el PER previsto y es éste el que sirve de referencia a los grandes gestores del mundo. Hay, empero, excepciones que confirman la regla. Una de ellas es la actual.
Tan larga ha sido la retahíla de advertencias negativas sobre resultados, tantos los miedos suscitados a raíz de los acontecimientos terroristas del 11 de septiembre de 2001, que los resultados del año pasado son analizados con especial detenimiento. Aquí es cuando el factor sorpresa alcanza su máxima expresión. Lo bueno cotiza dos veces bueno.