Antídotos contra el escepticismo
El debate de moda entre los profesionales del mercado se centra en los últimos días más en las referencias psicológicas de los inversores y operadores que en los datos fundamentales de las empresas cotizadas. El fenómeno está auspiciado por los grandes gestores internacionales al considerar que la recuperación de las Bolsas pasa antes por un cambio en el sentimiento general.
Los avances en este caso han sido importantes, pero, como paradoja, poco alentadores en la vía de una mejora sustancial de los precios y volúmenes de las acciones que se negocian en la Bolsa. Se ha pasado del miedo y de la prudencia extrema al escepticismo.
Hay quienes razonan que este escenario es peor que el pesimismo, porque, cuando se abusan de las malas nuevas, al final las Bolsas giran en sentido contrario, como si de un elemento purificador se tratara. Ahora bien, cuando el interés de inversores y operadores está fuera del mercado, bien en la liquidez, bien en activos monetarios, lo difícil es que los precios aguanten.
Se buscan, por tanto, pócimas contra el escepticismo. Los más viejos del lugar recuerdan largos periodos de tiempo en que la Bolsa moría por inanición debido, precisamente, al escepticismo de los inversores, que a la postre es lo mismo que hablar de un desinterés total.
Con estos mimbres resulta muy difícil estructurar un armazón de solidez suficiente para atender, primero, y soportar, después, una presunta recuperación del mercado.
La fragilidad del fondo bursátil actual queda refrendada con el incremento de los niveles de volatilidad. En las últimas cuatro semanas se han producido situaciones de ida y vuelta que han sorprendido a propios y extraños. El índice ha sido capaz de subir y bajar en un mismo día al ritmo del 2% en cada sentido, porque no hay dinero.