Una tregua en Argentina
Cuando todo el mundo, dentro y fuera del país, temía lo peor, los mercados de Argentina han reaccionado con tranquilidad y el peso incluso ha llegado a recuperar algunas posiciones frente al dólar. En su reapertura después de una semana sin operaciones y en el estreno de la libre flotación del peso, el mercado de cambios de Buenos Aires ha sorprendido a propios y extraños. De la cotización inicial de 2,50 pesos por dólar, la moneda nacional concluyó en 2,10 pesos por un billete verde. Una leve mejora con respecto al último cierre, de 2,15, del viernes 1 de febrero.
El Gobierno de Eduardo Duhalde logra así un respiro, aunque sea momentáneo. La falta de demanda por parte de los importadores ha compensado positivamente la negativa de los exportadores a liquidar las divisas de sus ventas del mes de diciembre, valoradas en unos 700 millones de dólares (780 millones de euros). Durante tres horas, la cotización del dólar se mantuvo en 2,30 pesos, bajó hasta 1,88 y culminó a 2,10 pesos. Parece claro que la explicación de esta llamativa conducta podría estar en una intervención del Banco Central en el mercado, aunque esta posibilidad no ha podido ser confirmada ni en el mercado ni en el ente monetario rector.
Evitar una fuerte subida del dólar o, lo que es lo mismo, el hundimiento del peso era y es el principal desafío para Duhalde en el sistema de libre flotación. En particular ayer, un día antes del inicio de las negociaciones del ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, con el FMI y el Tesoro de EE UU en Washington. Se trata de un comienzo prometedor, aunque no conviene renunciar a la cautela.
La abstención de importadores y exportadores, las fuertes restricciones del corralito y de los requisitos administrativos para la compra de divisas y, eventualmente, la intervención del Banco Central son elementos de mucho peso como para sacar una conclusión definitiva sobre el futuro del mercado de cambios. En concreto, la oferta y la demanda del día quedaron en manos de los pequeños tenedores de moneda. Por tanto, lo ocurrido ayer no resulta decisivo.
Un factor que podría beneficiar al peso en su libre flotación, verdadera piedra angular del plan de Duhalde, es la relación entre las reservas y la base monetaria. En la medida en que, según los datos del sector financiero, la cantidad de pesos disponibles de cuentas a la vista y en circulación casi se iguala a los dólares en reservas, el Estado podría aguantar una demanda fuerte. Pero, según el Gobierno, sus reservas superan la base monetaria, una afirmación de la que fuentes autorizadas del mercado desconfían.
En cualquier caso, si los exportadores se niegan a liquidar las divisas que retienen y la demanda de dólares continúa en alza, la posición oficial se deterioraría sin remedio. El país marcharía hacia una dolarización de hecho, ya que los operadores entregarían sus pesos a cambio de dólares. Pero esa senda es exactamente la inversa de la que propone el plan gubernamental de pesificación.
Sólo el apoyo del FMI y de EE UU podrían reforzar la confianza en la moneda argentina y desanimar a los compradores de dólares. Pero para ello Remes debe convencer a Horst Köhler, director gerente del FMI, y a Paul O'Neill, secretario del Tesoro de EE UU, sobre las virtudes de su programa. Y, sobre todo, tendrá que aceptar sus exigencias de abandonar la Ley de Quiebras, votar un Presupuesto más austero que el elaborado y poner en caja a las provincias. Un plan que, para el Gobierno, se asemeja a una guerra interna con todos los sectores sociales.
Mientras tanto, España sigue sufriendo el embate de la crisis argentina. Madrid no deja de ser la plaza más sensible y el Ibex ha vuelto a mostrar su extremada dependencia de lo que pasa en el país suramericano, al cerrar con una leve caída tras haber abierto con subidas generales. La inicial caída del peso coincidió ayer con la hora de cierre de la Bolsa de Madrid y la precipitó hacia abajo. Los rumores y la incertidumbre sobre el futuro del plan argentino aún seguirán condicionando el comportamiento bursátil en España.