La luz roja se enciende y se apaga

Vuelven los mercados de acciones del mundo a entrar en terrenos pantanosos, justo en un momento caracterizado por la desazón de inversores, operadores y responsables de las firmas de inversión. La industria bursátil hace aguas por todas partes y muchos deciden abandonar el barco, sin más miramientos.

Este fenómeno es el previo al pánico vendedor, según las estadísticas. Se enciende, por tanto, la luz roja y son los poderes políticos, como siempre, los encargados de volver a dar a la manilla, para que nada esté a oscuras.

La luz roja, la que siempre denota peligro, se encendió hace unos días cuando saltó el escándalo, sin precedentes en la historia económica reciente, de Enron. Brilló con más intensidad en el comienzo de la semana a propósito de los bulos y rumores, con frecuencia intencionados, de que otras compañías de renombre también han contabilizado exceso, siempre al margen de la ley. Es la luz roja, grave, preocupante, que el secretario del Tesoro estadounidense intentó apagar ayer.

Nada de nada y todo es falso en la cantinela de rumores, vino a decir O'Neill. Enron es un toque de atención, añadió, aunque la traducción no es literal. El patriotismo volvió a prender fuego -que esta llama parece que nunca se apaga- y fue suficiente para que los mercados de acciones del mundo no cayeran ayer en el precipicio al que se habían asomado horas antes.

Wall Street, el mercado de acciones más sobrevalorado del mundo, sacó ayer fuerzas de flaqueza -aunque inducidas- y el simple hecho de que no bajara con fuerza en el periodo de coincidencia operativa fue suficiente para calmar los ánimos encrespados del resto de los mercados del mundo.

Hoy, por cierto, toca entender, manejar y proyectar el resultado final de la reunión de la Reserva Federal de Estados Unidos. La tarea no es fácil.