Empieza la función
Apenas unas semanas para que comience la presidencia española de la UE. Será sin duda un semestre muy intenso para nuestro Gobierno, que deberá hacer frente a algunos problemas particularmente complicados tanto en el ámbito estrictamente europeo como en el internacional.
La circulación de la moneda única, el euro, será un éxito para todos los europeístas. Que millones de europeos puedan comprar, vender y negociar con una única moneda es uno de los mayores logros de la historia de la integración europea. El azar ha querido que las presidencias españolas hayan jugado un papel especial en la aprobación y puesta en marcha del euro. Fue durante la primera presidencia, en 1992, cuando se lanzó la primera fase de la moneda única; en la segunda presidencia, en 1995, se tomó la decisión de entrar en la tercera fase y se bautizó la nueva moneda con el nombre de euro. La tercera presidencia, en el próximo 2002, tendrá el privilegio de concluir la unión económica y monetaria y el euro será una realidad en los bolsillos de los europeos. Me pregunto si nuestro presidente, señor Aznar, se acordará de lo que otros hicieron anteriormente. Según los especialistas en rencores, no parece probable.
La situación económica internacional será un factor que puede complicar el capítulo más importante de la presidencia: la ampliación. Aznar habrá podido comprobar durante su reciente periplo por algunos países candidatos y de una manera especial en Polonia que existen serias dudas sobre la voluntad del Gobierno español de poder concluir durante su presidencia los dos capítulos más peliagudos de las negociaciones de adhe-sión, el agrícola y el relativo a los fondos estructurales. Será difícil convencer a los Estados miembros que tienen elecciones el año entrante para que acepten el arbitraje y la tutela de Aznar.
Este último no le hizo fácil la presidencia a algunos de sus colegas del Consejo Europeo. No sería extraño que alguno se acuerde de los vetos de Aznar y decida, a su vez, ponerle en dificultades. También hay rencorosos en Europa.
La importancia y alcance de la recesión tendrá sin duda una repercusión directa en el contenido de la oferta que se hará a los países candidatos. Es probable que si la situación económica empeora más de lo previsto se produzca más de una desilusión en el campo de estos países que verán cómo se endurecen las condiciones de la adhesión. Así ha sido históricamente. Todavía ningún politólogo de prestigio ha adivinado por qué las ampliaciones no se realizan en momentos de crecimiento y estabilidad económica que harían más fácil la toma de decisiones, en vez de hacerlas en los momentos de fuerte desaceleración económica, donde todo el mundo tiende a mantener actitudes más defensivas. En cualquier caso, para que no se produzca un retraso que impida a los primeros países de la adhe-sión participar en las elecciones europeas de 2004 es necesario concluir la agricultura y los fondos durante la presidencia española.
En el ámbito de la política internacional puede presentarse la necesidad ineludible de una partici-pación determinante al lado de EE UU en el proceso de paz en Oriente Próximo. Termina-das las operaciones bélicas en Afganistán, resultaría incom-prensible que el antagonismo palestino-israelí reabriera la fosa que ha pretendido cubrir la coalición internacional contra el terrorismo.
Los países árabes que han participado en esta coalición están esperando una intervención decisiva de EE UU que les evite una situación política interna muy difícil de controlar si se produjera un aplastamiento de los palestinos por parte del ejército israelí. Cada vez se confirma más la tesis de la intervención internacional para poner fin a este conflicto. Parece claro que los dos actores, palestinos e israelíes, serán incapaces ellos solos de aplicar los acuerdos de paz. EE UU ha tenido y tiene una posición pro israelí que es mal entendida en el mundo árabe. Puede ser el momento de recuperar a los rusos y establecer las condiciones de una conclusión del conflicto con un proceso de verificación internacional donde estaría la UE.
Más cerca, Aznar debería intentar recuperar la iniciativa con nuestro vecino marroquí. Por no complicar más las cosas durante la presidencia española. Aunque a lo mejor se trata de otro "lío" co-mo el de los estudiantes...